La Opinión de Murcia

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Semana Santa en Lorca

Viernes Santo o el acopio de momentos

Los lorquinos vivieron su día grande atesorando instantes que guardan como patrimonio emocional, como punto de partida para empezar a pensar ya en la Semana Santa de 2023

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El Viernes Santo de Lorca, en imágenes

El Viernes Santo lorquino es un prisma pentagonal y cada cual elige con qué cara se queda porque la imposibilidad de quedarse con todas obliga a la elección. Fue un día de atesorar imágenes y momentos, de vivirlos pero sobre todo de sentirlos. Hay quien se quedó con la mañana y la subida al Calvario, quien prefirió las calles y plazas pobladas como nunca durante el año. Están los que se conformaron con el recorrido por los diferentes templos de las cofradías para visitar exposiciones y comprar el clavel que horas más tarde dejaría de ser una simple flor para convertirse en símbolo del amor.

Viernes Santo o el acopio de momentos

Y en ese acopiar emociones para el mañana, muchos no se percataron de esa futura madre con nombre de patria de los marineros que acariciaba su vientre pidiendo la bendición para su criatura; o de ese mayordomo perseguido por su chiquilla ansiosa por aprender la devoción de su padre. Puede que no se fijaran en las lágrimas de esas señoras que llevaban dos años rezando para poder revivir el momento del reencuentro; y de ese músico que sabía que el Viernes Santo había que tocar más fuerte, más profundo, que cada himno debía sonar a oración para la Virgen guapa. Igual no advirtieron el rostro de aquella fiel portapasos que a pesar de sus dolencias se negó a renunciar al varal; o el de ese otro señor que desde el balcón lanzó el clavel que por la mañana le habían llevado sus nietos para que se lo brindara a la Virgen de la Amargura al pasar, la misma a la que durante años estuvo acompañando como nazareno. Porque lo que seguramente sí vieron los cazadores de situaciones es la imagen titular del Paso Blanco volviendo a procesionar por las calles de Lorca por primera vez desde el año 2019. Volviendo a entrar en la Carrera principal con los palcos puestos en pie y bajo una ofrenda de pétalos.

Viernes Santo o el acopio de momentos

¡No me empuje, mujer; que el niño también quiere ver! Es posible que los coleccionistas del todo llegaran a tiempo de esos dos encuentros que el Cristo de la Sangre, el Cristo rabalero, realizó con la virgen de la Amargura y con la de los Dolores antes de incorporarse a procesión. Pero con toda probabilidad, se perdieron la espera del trono de la Virgen de la Soledad al Cristo en los alto del puente viejo para retornar juntos a la iglesia de San Cristóbal. Lorca en volandas en una jornada festiva en la que el Paso Morado y la Hermandad de la Curia atestiguaron que el calificativo de delirante para lo que vive Lorca en esas 24 horas le va que ni pintado.

Viernes Santo o el acopio de momentos

Puede que esos lorquinos ansiosos por dilatar el final tampoco percibieran esos minutos aprendidos por los azules, visualizados cientos de veces, recordados en el desconsuelo de la rutina. Mira si sabrán que primero van los estandartes y el resto del cortejo de la redención, que la Agrupación Musical aguarda para darle escolta y que hasta que no suene el himno a la Dolorosa con voz de colectividad azul, allí nadie da un paso. Claro, la bendición; la petición de un bien venidero, que la de Viernes Santo era su segunda procesión pero cada vez es única y se vive como la primera.

Viernes Santo o el acopio de momentos

Pero también hubo quien tuvo la capacidad de abarcar todo el prisma procesionil: estuvo en esos momentos de tensión colocando los mantos a los aurigas en Lope Gisbert, tapando los rostros de los nazarenos, aplacando los nervios de los caballos y sus dueños, o pidiendo a la gente que se apartara porque los enganches entraban al galope para demostrar la fuerza de los imperios precristianos. Y si ojearon eso, también verían a cofrades de aquí para allá con piezas caídas en el último momento, mantas quitadas a los caballos antes de entrar y agua para los portapasos. Presenciaron al Nerón del cincuentenario y a los demonios irradiando maldad. Ya en Floridablanca, con la Carrera recorrida, igual divisaron a los mayordomos felicitándose, a los espectadores de a pie hacerse hueco porque algo importante iba a pasar, a los figurantes bajando de las carrozas y a otros paisanos corriendo hacia las recogidas.

Viernes Santo o el acopio de momentos

Para muchos, el Viernes Santo debería repetirse en bucle. Para otros, es perfecto que se agote al llegar la madrugada porque eso significa que se ha vivido y que toca volver a empezar, volver a planificar, a pensar qué estrenar el año que viene, qué inventar para añadir más leña al fuego de la rivalidad, a qué personajes de la historia regalarles vida. Fue Viernes Santo y Lorca cumplió su palabra: volver a representar la pasión y muerte de Cristo, pero a su manera, esa que hace de la Semana Santa lorquina una vivencia única.

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