La Opinión de Murcia

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Semana Santa en Lorca

Viva los que lanzan vivas

Desde el suelo o alzados por otros, blancos y azules tienen un repertorio de vítores que se repite en cada acto de las cofradías y en las tribunas de los Desfiles

Modesto García Zamarreño en el coro de la Capilla del Rosario desde donde lanza sus vivas a la Virgen de la Amargura el día de la Salve. SOLETE SLOW PHOTO

Gritar, pero no de cualquier manera. En Lorca nunca suena igual un viva de rivalidad que un viva de emoción. No es lo mismo lanzar un viva en mitad de una recogida de banderas algo agitada en la Corredera, que hacerlo desde el palco al ver aparecer el estandarte guion de tu Paso. Hay quien dice que a gritar se aprende. Pero también hay quien lo niega argumentando que son solo los sentimientos los que tienen potestad para activar las cuerdas vocales y producir piropos: ¡viva la virgen guapa! ¡viva nuestra madre!; preguntas: ¿sois de esos?; o apelar al orgullo patrimonial: ¡viva lo que nunca podrán copiar! ¡viva la envidia de aquellos!

En las dos cofradías mayoritarias, blancos y azules, siempre hay personas a las que todo el mundo reconoce por sus vítores. José Modesto García Zamarreño es uno de ellos. «Nací blanco pero mi vinculación con la cofradía fue a más cuando descubrí que en una antigua bandera figuraba el nombre de mi abuela y de mi madre como bordadoras. Yo tengo una especial devoción con el Paso Blanco y pasión con la Virgen de la Amargura. No puedo hablar de ella sin emocionarme. Mis vivas van dedicados única y exclusivamente a ella. Desde hace años tengo el enorme privilegio de ser quien le lance los vítores finales en la Salve que los blancos le ofrecemos el Domingo de Resurrección por la tarde».

A pesar de que no haya habido procesiones en los dos últimos años, los gritos de Modesto no faltaron la noche del Viernes Santo de 2020 y 2021. «Salí al balcón y grité justo en el momento en el que tendría que haber estado saliendo para incorporarse a procesión. Este año estoy contando los minutos que me faltan para poder decir mis vivas. Es difícil de explicar porque es un estado general de nerviosismo, de pasión, alegría, dulzura, ternura, amor».

Francisco Fernández Terrones equipado en la cuesta de San Francisco junto a dos integrantes de la infantería egipcia el pasado Domingo de Ramos. P.W./T.M.

Sobre la cantera de vitoreadores, García Zamarreño considera que sí hay, pero matiza que «tanto en blancos como azules, ese agitar a la gente que antes se hacía con vivas, una tras otro, lo hacen ahora las bandas de tambores. Se ve en los palcos, la gente está más en silencio que antes y solo se anima cuando pasan tocando los himnos, de ahí que cada varios grupos de figurantes se intente meter música. No es lo que había antes. No es esa espontaneidad tan característica de Lorca, ese subirse uno, inmediatamente otro y así sin parar. Somos nosotros, la gente, los que tenemos que animarnos con nuestros tradicionales vivas».

Con una chaqueta azul con el anagrama de María, un clavel azul enganchado en la cremallera, dos insignias y un decenario con la imagen de la Virgen de los Dolores, Francisco Fernández Terrones participan en cada recogida de banderas de la Hermandad de Labradores y en cada salida de las imágenes del templo antes de subirse al palco para continuar con lo que él denomina su misión: «Vitorear a los azules y presentar batalla con mis gritos a los blancos».

A sus 55 años dice que ser azul y devoto de la Virgen de los Dolores «es lo más grande. Azul del cielo, del mar, la Madre Dolorosa con los siete dolores sufridos. Solo su nombre ya es divino. Yo vivo todo el año por y para los azules».

Aunque su repertorio suele ser de lo más variado y original, él asegura no prepararse nada de antemano. «A mí los vivas me surgen y no los puedo evitar, los tengo que soltar. Yo no los pienso antes de decirlos. Cuando más grito es cuando estoy en el palco. Los vivas que yo digo son para contradecir a los otros. Los azules tenemos todo lo que hace falta para conmemorar la Semana Santa como se hace en todo el mundo: la Virgen de los Dolores, el Cristo Yacente y nuestro manto de Jesús Resucitado. Estos tres elementos son comunes a la celebración cristiana de la fiesta y nosotros sí los tenemos».

También él tiene una opinión sobre la cantera. «Otros años he notado más esa ausencia de gente joven gritando, pero este año yo me he quedado sorprendido, al menos en el Paso Azul, porque he visto a muchos jóvenes llorando emocionados. Puede que sea porque llevamos dos años sin procesiones y al final los sentimientos siempre afloran tengas la edad que tengas».

Se niega a cerrar su intervención para este artículo sin decir que a él lo que le gusta es la rivalidad. «Me encanta. Tengo mi balcón adornado desde el inicio de la Cuaresma, voy con mis insignias puesta por la calle. En mi familia no somos todos azules, tengo tres hermanos blancos y cuatro azules. Mi madre es azul y cuando yo era pequeño mi madre me traía a ver la salida de la Virgen de los Dolores. Y a partir de ese momento, no hay cosa que me llene más que gritar a los azules».

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