La Opinión de Murcia

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Semana Santa en Lorca

La saga de emperadores lorquinos

José María Lirón es Trajano en el Paso Azul. Desde hace casi dos décadas forma parte del mítico grupo de las cuadrigas que este año conmemora su 75 aniversario

Francisco Morente, Micaela Lirón y su padre, José María ‘El Jaro’ en sus cuadras de la pedanía lorquina de Purias. P.W./T.M.

No levantaba muchos palmos del suelo cuando se escondía bajo la estructura de hierro y tablachos en las que ponían las sillas para que la gente viera la procesión. Se arrastraba bajo la primera fila para ver pasar las cuadrigas mientras se preguntaba si alguna vez él podría llevarlas. Se dejaba impresionar por el ruido que generaban aquellos carros al galope que representaban toda la fuerza de Roma según la visión del Paso Azul. Es voz autorizada para pregonar que «las cuadrigas son azules, le pese a quien le pese». José María Lirón Pérez, conocido en Lorca como ‘El Jaro’ es el tercer eslabón de una cadena de procesionistas que inició su abuelo desfilando con el Caballo del Respeto en el Paso Blanco, y continuó su padre con las caballerías del Paso Azul.

«Con las cuadrigas llevo saliendo diecinueve años pero antes estuve trece años con la escolta a caballo de la Virgen de los Dolores. Salir con una cuadriga es una sensación indescriptible, es muy diferente a salir con montura. Es adrenalina pura aderezada con ese ruido de las ruedas golpeando sobre la arena, hay que vivirlo. La dificultad de meter en Carrera una cuadriga no es tanta si no perdemos nunca de vista que son animales, tienen que estar preparados y si lo están no tiene por qué haber problemas. Los caballos se preparan durante todo el año y los últimos cuatro o cinco meses se enganchan más a diario para que el entrenamiento sea completo», afirma José María, que en pocas horas cambiará su nombre oficial por el del emperador Trajano.

De los 25 caballos con los que cuenta en sus cuadras, 22 procesionan con el Paso Azul entre mañana y pasado. «Algún año mi familia ha llegado a sacar cinco cuadrigas». Hasta la llegada a la nave en la que se prepara procesión, en el recinto de Santa Quiteria, José María no ensaya con el carro romano que habrá de manejar por Carrera. «Yo no toco el carro hasta el mismo día en el que procesiono. Ese día lo primero que hacemos es dejar los caballos listos para el enganche para después vestirnos con la tunicela con la que salimos y maquillarnos. El manto nos lo colocan antes de entrar. Es lo que peor llevo, pesa mucho».

Francisco Morente ‘El Rubio’ es el emperador Tito en la procesión azul. Asume con una normalidad pasmosa procesionar con la cuadriga. «Miedo no se siente porque eres muy consciente de lo que llevas. Se sienten nervios y tensión, pero miedo no, aunque siempre pueden pasar cosas porque hay mucha gente y no hay que olvidar que los caballos son animales. Gracias a Dios nosotros nunca hemos tenido incidentes, los llevamos muy trabajados». Sobre si cualquiera puede conducir una cuadriga, afirma categórico que «con un entrenamiento y una formación previa, sí. Tiene que saber de enganches y de manejabilidad, solucionar problemas que puedan surgir como que se suelte algún tiro. Hay que prepararse».

Las cuadrigas cubren los diferentes tramos de la Carrera al galope y en parada cuando corresponde para poder coger espacio suficiente para arrancar. Tanto para José María como para Francisco, el tramo más importante para ellos es aquel en el que se encuentran sus familiares como espectadores. «Yo suelo ir tranquilo, pero cuando llego allí donde están ellos y los miro es cuando me pongo más nervioso».

Una vez finalizada la procesión y si tienen oportunidad, suelen visionar el paso del resto de enganches, sean azules o blancos. «Siempre da gusto ver cómo han salido porque además muchos son amigos y hay muy buena relación. En los últimos años sí es cierto que nos hemos picado un poco entre nosotros por ver quiénes hacen la mejor entrada en Carrera el Viernes Santo desde la calle Santa Paula hacia el Óvalo. Es una escena espectacular que el público no conoce porque es parte de la Carrera secundaria que no se emite por televisión y en la que no hay tribunas».

La saga de ‘Los Jaro’ la continúa la hija de José María, Micaela. Nació y creció entre caballos. Con catorce años procesionó en cuadriga como Flavia Domicia y dos años después lo hizo con una siga. Este año sustituye los caballos por el varal del trono del Cristo de la Coronación de Espinas. «Mi padre fue el que me hizo la propuesta, le hacía mucha ilusión. Fue una decisión complicada. Había dos bandos: el de mi padre y el presidente del Paso Azul; y el de mi madre. La pobre lo pasó muy mal porque me veía muy joven para salir al frente de cuatro caballos en Carrera. En verdad siempre me ha hecho ilusión y cuando veía a mi padre yo siempre decía que quería estar ahí con él. Fueron muchas horas de ensayo cuando terminaba de estudiar, pero salió bien. Con la cuadriga disfruté mucho más que con la siga porque el espacio es más reducido y tu tensión es mayor. La sensación es de nervios, responsabilidad, orgullo por lo que representas y algo de incertidumbre».

El Paso Azul conmemora este año el 75 aniversario de la puesta en Carrera de las cuadrigas y hay una saga -la de ‘Los Jaro’-, que se ha ganado por méritos propios un epígrafe destacado en el relato histórico de este mítico grupo.

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