Cuando la procesión del Silencio sale a la calle la ciudad entera la aguarda, sin luces ni voces que dañen la estampa. El desfile más emotivo de los cortejos californios volvió a deslumbrar anoche, pese a la ausencia de focos.

Los cartageneros se rindieron un año más a la sobriedad y emotividad que desprende la Cofradía California en la noche del Jueves Santo. Con el máximo respeto a la devoción marcada por los cofrades del Prendimiento, comercios y farolas van apagando las luces a su paso.

Durante tres horas el centro de Cartagena quedó envuelto en la penumbra, únicamente iluminado por la tenue luz de las velas de los hachotes que portaban los tercios.

El silencio es otra característica obligada de este cortejo, ya que tan sólo un tambor con sordina, el leve tintineo de las tulipas y los cantos de saetas, acompañaban a las agrupaciones encarnadas en su recorrido.

Esta ausencia de luces de neón en las calles del centro de la ciudad consigue que se cumpla el objetivo principal de la procesión y logra que todas las miradas se posen sobre las distintas imágenes con las que se relata la Pasión de Jesús. La Santísima Virgen de la Soledad del Calvario fue la encargada, un año más, de cerrar el desfile pasional y tras su paso se canto el Miserere y la última salve de la Cofradía California.