El Casino, declarado Monumento Histórico Nacional, es uno de los edificios de visita obligada en Murcia. Muestra de las corrientes eclécticas que imperaron en el siglo XIX, ha sido sometido a una rehabilitación integral que hoy permite apreciar de nuevo todo su esplendor.

El Real Casino fue inaugurado en 1847 y ha sido testigo de acontecimientos destacados de la vida social murciana. Su fachada principal a la calle Platería es obra del arquitecto Pedro Cerdán Martínez y exhibe un espléndido estilo ecléctico con elementos decorativos clásicos y modernistas.

En el vestíbulo, una combinación magistral de madera, mármol y escayola, se inicia el recorrido por un edificio impresionante en el que cada estancia tiene multitud de historias que contar. Así, el patio árabe, obra de Manuel Castaño y su equipo, está coronado por la gran cúpula de hierro y cristal que alcanza el punto más alto del Casino. Se trata de un bello trabajo decorado profusamente e inspirado en los salones reales de la Alhambra de Granada y Alcázar de Sevilla.

A continuación se encuentra una enorme galería central y transversal, que es realmente un pasaje cubierto a cuyos lados se distribuyen las distintas dependencias del inmueble. Entre ellas figura la biblioteca inglesa, hecha en 1916 por la empresa Waking Gilow, donde hay más de 20.000 libros. Frente a ella se encuentra el Congresillo, un elegante saloncito que acogió a grupos selectos de Murcia y hoy se utiliza para diversos actos sociales y culturales. En el patio pompeyano pueden apreciarse bellas columnas, procedentes de las canteras de Macael, así como una escultura de Venus, de José Planes. El salón de billar, con un bello artesonado de madera, y el tocador de señoras, cuyo techo está decorado por un lienzo de José Marín Baldo, son otras de sus estancias singulares.

La joya del Casino es su salón de baile, construido entre 1870 y 1875. Está concebido en un atractivo neobarroco y se enmarca en una arquitectura ecléctica de inspiración francesa. En los techos se pueden contemplar lienzos alegóricos de la poesía, la pintura, la música y la arquitectura, así como retratos de murcianos ilustres, como el conde de Floridablanca, el escultor Francisco Salzillo y el pintor Villacis. Cinco impresionantes lámparas de cristal de Bacarat iluminan el salón, escenario de innumerables fiestas.