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El día que Pozo Estrecho me robó el corazón

Imagen de grupo durante la sesión práctica vial que Pascual llevó a cabo en el Colegio Público de Educación Infantil de San Fulgencio, en Pozo Estrecho. | L.O.

Imagen de grupo durante la sesión práctica vial que Pascual llevó a cabo en el Colegio Público de Educación Infantil de San Fulgencio, en Pozo Estrecho. | L.O.

Pascual Muñoz Álamo

Policía local, criminólogo y educador social

Hay lugares donde uno no solo enseña… sino que también aprende. Así me sentí en el Colegio Público de Educación Infantil de San Fulgencio, en Pozo Estrecho, donde disfruté de la primera parada de mi gira vial por toda la Región de Murcia. Y qué comienzo más bonito: un día repleto de alegría, ilusión y ternura, con los verdaderos protagonistas de todo esto, los niños y niñas, y con unas docentes maravillosas, que son puro corazón y vocación.

Mis sesiones prácticas viales buscan ser algo más que una lección: son una experiencia. A través de juegos, canciones y dinámicas divertidas, los pequeños aprenden conceptos básicos de educación vial —cómo cruzar, cómo mirar, cómo cuidar— de una manera tan natural que parecen estar jugando… porque en realidad, lo están.

El aprendizaje llega con risas, con el ritmo de una canción o el consejo inesperado de Pocoyó o Mario Bros, que aparecen para premiar las buenas acciones y corregir, con simpatía, los despistes. Y cuando los propios niños se convierten en «mini policías», guiando a sus compañeros por el paso de peatones, el aula entera se transforma en un pequeño mundo de respeto, colaboración y amistad.

No faltaron los petos, las gorras, las señales de tráfico hinchables y, por supuesto, los bailes grupales que pusieron el broche de oro a una jornada inolvidable. Pero más allá de las actividades, me llevo el cariño inmenso con que fui recibido. Las seños, con su amabilidad «nivel estratosférico», crean un ambiente tan acogedor que uno se siente parte de la familia desde el primer minuto. Se respira alegría, se trabaja con calma y se comparte todo… Incluso un delicioso asiático, símbolo de la hospitalidad cartagenera que tanto me emociona.

Dicen que las primeras paradas dejan huella, y esta lo ha hecho en mí de una manera profunda. Pozo Estrecho ya forma parte de mi historia, y volveré. Porque este encuentro me recuerda por qué amo tanto lo que hago: enseñar jugando, compartir sonrisas y seguir ilusionando a cada niño y niña que me regala su atención y su risa.

Gracias a todos los que hacéis de la educación un tesoro, a las mamás y a las seños que acompañan cada paso, y a esos pequeños grandes conductores del futuro que hoy me enseñaron a mí el camino más importante: el de la ilusión y el corazón.

Nos vemos pronto.

El Policía Pascual,

educador vial… y soñador de sonrisas.

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