¿Qué es el tacto pedagógico?

¿Qué es el  tacto pedagógico?

¿Qué es el tacto pedagógico?

L.O.

El actual sistema educativo necesita que el rol del profesorado ante el alumnado se transforme. Hemos de pasar de un modelo tradicional donde el profesor es un experto en su materia que ofrece un monólogo sobre los contenidos a memorizar, a través de un estilo comunicativo unidireccional y jerarquizado y donde el alumnado es un ser pasivo que recibe la información y ha de asimilarla para volcarla en una prueba objetiva, a un modelo de profesorado que se muestra más como un guía, un mediador entre los conocimientos y el alumno, que ofrece diversas alternativas didácticas para que el aprendizaje sea significativo, intentando que el alumnado trascienda sobre la insustancial memorización mecánica de contenidos.

Una de las herramientas con las que cuenta el profesorado para lograr este cambio de paradigma en su quehacer diario en el aula es adquirir la capacidad para percibir adecuadamente el ambiente y ser sensible al contexto de su grupo-clase. Esta especial sensibilidad educativa se conoce como «tacto pedagógico». Van Manen (1998) expuso este concepto y Asensio (2010) lo desarrolla. Asensio denomina el tacto pedagógico como la «particular expresión de aquellas formas de trato que mejor convienen a las necesidades educativas de las personas». Es el desarrollo de una cierta sabiduría ante los acontecimientos del aula.

El tacto pedagógico es una capacidad que el profesorado puede adquirir a través de la experiencia docente, es decir, puede aprenderse. Cuando un docente la adquiere, se vuelve sensible al contexto, por lo que puede entender los significados del aula. Se manifiesta a través de la comunicación no verbal, la prosodia, la atención a los detalles y en las esperanzas y expectativas que transmite a los alumnos. El maestro se convierte en un referente para sus discentes, pues se sienten entendidos, escuchados, aceptados. Mantiene un equilibrio entre la directividad necesaria con la que se establecen los límites de todo contexto social, educativo y ético y la afectividad entendida como capacidad de empatizar y atender a las necesidades de manera individualizada.

Para que el tacto pedagógico se adquiera es necesario que el docente mantenga una autoestima equilibrada, estar libre de prejuicios innecesarios y no interpretar como un ataque las manifestaciones de sus alumnos, pues muchas veces son las propias inseguridades del maestro las que pueden tergiversar la realidad que acontece en el aula. También es necesario estar dotado de una capacidad de observación de las dinámicas del grupo. El maestro ha de poseer conocimientos acerca del contexto pudiendo estar al día de las modas, hábitos e influencias de los jóvenes, conociendo su jerga, los nuevos sistemas de comunicación (YouTube, Twitch, podcast…) y los referentes mediáticos, para así anticipar intereses, gustos y el devenir del día a día en el aula. Ha de atender a las necesidades pedagógicas del menor, conociendo las teorías del aprendizaje y del desarrollo humano, sus límites y posibilidades y sus potenciales formas de ser.

En definitiva, el nuevo rol del profesor del siglo XXI es el de un experto en su materia, que adora el conocimiento y que desea transmitirlo a sus discentes a través de herramientas variadas para conseguir que el aprendizaje sea significativo y no una mera memorización mecánica. El tacto pedagógico puede ayudar a este cometido.