Senegal es el país situado en el punto más al oeste del continente africano, lo que permite llegar hasta él por múltiples rutas por tierra, mar y aire, una situación privilegiada que lleva a que se lo conozca como «la puerta de entrada a África». El país descansa en una frontera ecológica en la que convergen las praderas semiáridas, el frente oceánico y la selva tropical, lo que dota al país de una vasta vida animal y vegetal. Es de esta vida vegetal y animal de donde el país ha sacado los que son los dos símbolos nacionales: el árbol baobal y el león.

Y pensarán: «Está bien, Senegal es un paraíso natural, pero ¿qué puedo ver si viajo hasta allí?». Pues sepa usted, turista intrépido, que el principal atractivo de Senegal son sus playas de arena blanca, que se dividen en zonas turísticas, que están ampliamente urbanizadas y listas para acomodar a los turistas y hacerles disfrutar de un buen cóctel, y en las zonas de los pueblos costeros no urbanizados, donde se pueden encontrar locales y disfrutar de un viaje en una barca de madera.

Otro de los principales atractivos del país africano es su capital, Dakar, una ciudad en la que viven más de un millón de personas, haciendo de ella una urbe en la que el turista se tiene que preparar para el el bullicio de la gente, que se mezcla con la elegancia de sus concurridas calles, repletas de mercados y de una más que interesante vida nocturna.

Si la visita a Dakar te deja agotado, querido turista, descuida: podrás tomar un descanso y respirar aire fresco en los deltas de los ríos Casamance y Saloum, un auténtico laberinto de manglares, arroyos, lagunas pequeñas y enormes llanuras en la que es posible disfrutar de viajes en piragua que permitirán al viajero descubrir cientos de especies animales que habitan el lecho de los cursos de agua.

Así pues, tanto si quieres disfrutar de una visita a una bulliciosa ciudad como si quieres disfrutar de la naturaleza, Senegal es una buena opción.