La melatonina -la hormona que abre la puerta al sueño- inunda los escaparates de las farmacias con productos dirigidos a la población infantil. Se comercializa en forma de gominolas, gotas y jarabes. Algunos prospectos indican que se puede tomar a partir de los seis meses de edad. No son fármacos, así que se pueden adquirir sin receta. Son complementos alimenticios que incluyen melatonina y que prometen ayudar a conciliar el sueño de los más pequeños. La comunidad médica lanza una seria advertencia tras detectar un «uso y abuso» de estos productos. Existe otro problema añadido. La melatonina -esta vez en forma de fármaco oficial, para el que se necesita receta- sí que es necesaria para menores con determinados trastornos. Sin embargo, esta medicación no está subvencionada por la Seguridad Social a pesar de ser básica para el tratamiento terapéutico.

Si dormir es fundamental para cualquier ser humano, mucho más para los menores, cuyo cerebro está en formación. A partir de los 5 o 6 años, los niños y las niñas deberían dormir entre nueve y once horas. Los preadolescentes, unas once. Y los adolescentes, unas nueve. No obstante, cada persona tiene su propio reloj, bautizado científicamente como ritmo circadiano.

Hay personas búhos (se acuestan más tarde), alondras (se acuestan pronto y se levantan pronto) y colibrís (la mayoría de la población, que está en un punto intermedio). Antes de entrar a una farmacia a comprar un complemento alimenticio con melatonina, los profesionales de la salud recomiendan a padres y madres que observen los patrones, hábitos y ritmos de sus hijos e hijas para saber con certeza si sufren un trastorno de sueño. ¿Cómo saberlo? Con tres pasos.

Óscar Sans, coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño y coordinador de la Unidad de Sueño del Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona), explica que si un menor tiene tres o cuatro despertares nocturnos o sufre dificultades para iniciar el sueño (por ejemplo, el padre o la madre se deben quedar con él unos 30 o 40 minutos para que el chavalín se duerma) puede dar pie a pensar que, efectivamente, hay un problema.

Otro paso que deberían dar los progenitores es comprobar los horarios de comidas y cenas. «En el intestino tenemos un segundo cerebro y las buenas rutinas de ingesta de alimentos también facilitan el sueño», destaca el doctor Sans.

Por último, es necesario alejar las pantallas antes de irse a la cama. «A la melatonina se le llama hormona del sueño. Pero, en realidad, es la hormona de la oscuridad. Se sintetiza con luz tenue y se inhibe con la luz brillante», explica el experto.

Si, a pesar de cumplir estos tres pasos, el problema persiste, es hora de pedir consulta con el pediatra o con el especialista en sueño. Son ellos y ellas los únicos capacitados para prescribir medicamentos con melatonina. La comunidad médica recuerda que, para los escolares, su uso debería estar limitado a cuatro semanas. «No puede haber recomendaciones genéricas. La cantidad y la hora a la que tomar esos fármacos son decisiones médicas importantes», insiste el coordinador de la Unidad del Sueño de Sant Joan de Déu.

Sin embargo, muchos padres y madres optan por seguir los consejos de cualquier allegado para entrar en una farmacia y comprar -sin receta médica- jarabes o gotas con melatonina. El grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño -junto a la Asociación Española de Pediatría, la de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria, la de Pediatría de Atención Primaria y la de Neurología Pediátrica- han unido sus fuerzas para manifestar su profunda preocupación por el abuso de estos preparados en la población infantil. «Su libre comercialización ha facilitado su adquisición sin necesidad de control médico, a pesar de que su efecto puede ser menos seguro y menos eficaz», denuncia el doctor Fernando Martín del Valle, miembro del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño y neuropediatra del Hospital Universitario Severo Ochoa de Leganés (Madrid).

Niños con trastornos

Mención especial merecen los niños con un problema del neurodesarrollo. El 80% de ellos suele presentar trastornos del sueño y necesitan medicación con melatonina. No es ningún capricho. Los fármacos son parte esencial de su abordaje terapéutico. Los escolares con Trastorno del Espectro Autista (TEA) se caracterizan por sufrir dificultades para iniciar y mantener el sueño. Es una cuestión genética y también de secreción de melatonina, según explica el doctor Sans. Para estos chavales, dormir mal implica agravar sus síntomas, como la agresividad y el mal estado de ánimo. Es un problema que no solo les afecta a los menores sino también a sus padres, que acaban exhaustos, recuerda el especialista de la Unidad del Sueño de Sant Joan de Déu.

Sin embargo, los fármacos con melanina no están subvencionados por la Seguridad Social. «Son medicamentos controlados, indicados y absolutamente necesarios, pero se convierten en un gasto importante o prohibitivo en muchas familias», critica Sans.

Las sociedades científicas han dirigido un escrito a la directora general de Salud Pública, Pilar Aparicio Azcárraga, y al director general de la Cartera Común de Servicios del Sistema Nacional de Salud y Farmacia, César Hernández García, solicitando dos medidas «esenciales»: limitación de la libre dispensación de melatonina en formato adaptado a la población infantil y la financiación pública de las melatoninas de liberación prolongada que se comercializan como fármacos cuando se prescriben a niños con trastornos del neurodesarrollo.