En un oscuro torreón vivía en tiempos un dragón que Plácido se llamaba y todo lo destrozaba. Lleno de pinchos y malas artes escupía fuego por todas partes. Pero un día vino un profesor

con un libraco y, sin temor, al fiero dragón se acercó, y de cabo a rabo lo examinó. Midió al bicho con interés: ¡Treinta metros de largo es! Ingrato el monstruo se tragó el metro y al que lo midió. No le dolió su mala acción, pues bien le supo al muy glotón. Pero el libro se le empachó y una indigestión le dio, y vomitó con desagrado sabio y libro antes tragados.

El sabio sus gafas agarró y se marchó sin un adiós. Más, ¡mira! el libro se ha dejado a mala idea u olvidado. El dragón se puso a leer, ¡nunca lo hubiera debido hacer! pues apenas el libro abrió,

su nombre escrito se encontró y conoció el significado de un nombre tan inapropiado. ‘Plácido”: manso y apacible, dulce, tranquilo, muy sensible. Gritó el dragón, el alma en vilo: «¡Yo no soy dulce ni tranquilo!» Y para demostraros lo contrario, rompió enseguida el diccionario. Y se pasó quinientos días haciendo mil y una fechorías.

Tomado del libro: ‘Eldragón y la mariposa’

Autor: Michael Ende

Ilustrador: Nivio López

Editorial: Santillana, colección Loqueleo

Actividades

1.  Escribir en la pizarra, de manera desordenada, las palabras que suenen de manera parecida para que los niños y niñas copien por parejas las que tienen igual rima.

2. ¿Crees que el sabio se dejaría el libro olvidado o a mala idea? Razona tu respuesta.

3. ¿Buscamos entre tod@s nombres apropiados para el dragón? ¿Lo hacemos también para una mariposa?