EXPLICACIÓN

El sistema inmunitario

El sistema inmunitario es el mecanismo de defensa del cuerpo frente a los microorganismos patógenos. Está formado por varios órganos y tejidos como la médula ósea, el timo, el bazo y los ganglios linfáticos, y por células defensoras llamadas leucocitos o glóbulos blancos que viajan por la sangre y por el sistema linfático. Cuando el cuerpo descubre una sustancia extraña o dañina, se produce la ‘respuesta inmune’ y los leucocitos entran en acción. Hay de varios tipos: los fagocitos se comen a los patógenos como las bacterias (así se forma el pus); otros producen inflamación o respuestas alérgicas (mucosidad, estornudos, etc.); algunos destruyen a las células del cuerpo ya infectadas; y otros leucocitos (los linfocitos B) se encargan de producir los importantísimos ‘anticuerpos’.

Los anticuerpos

Los anticuerpos son unas proteínas grandes con forma de Y, llamadas inmunoglobulinas, que reconocen a los ‘antígenos’, que son las partes dañinas de los microorganismos. Los anticuerpos se unen a los antígenos y, así, marcan a las sustancias que los contienen para que los leucocitos los destruyan, o las neutralizan impidiendo que penetren en nuestras células. Cuando se produce una infección, el sistema inmunitario crea anticuerpos específicos, como la llave de un candado, y guarda memoria para futuras invasiones del mismo patógeno, ante el cual el cuerpo ya estaría preparado y protegido. Aquí es donde entran en juego las vacunas.

Las vacunas

Las vacunas son medicamentos que se inyectan en el cuerpo de los animales para producir inmunidad (es decir, resistencia) a algunas enfermedades. Las vacunas pueden contener formas debilitadas o muertas del microorganismo patógeno, pedacitos del mismo, o compuestos químicos que se le parecen. De esa manera, las vacunas estimulan la producción de anticuerpos contra el patógeno, por ejemplo, contra el virus SARS-CoV-2, pero sin producir la enfermedad. Una vez que nuestro cuerpo ha fabricado los anticuerpos necesarios, quedamos protegidos, aunque la eficacia de las vacunas no es perfecta.

EL EXPERIMENTO

Materiales

Folio de papel. Rotulador negro, rojo y verde. Dado.

Contagios e inmunidad

Dibuja en un folio una fila con varias casillas, por ejemplo 25. Pinta de rojo la primera. El color rojo significa infectado. Tira el dado y avanza el número de casillas que haya salido en el dado. Pinta de rojo la casilla a donde llegues. Es como si se hubiera producido un contagio al azar. Sigue tirando el dado y pintando de rojo las casillas que vayan saliendo. Cuando llegues al final, cuenta el número total de contagios (casillas en rojo).

A continuación, pinta de verde algunas casillas. Serán las casillas vacunadas y que son inmunes. Repite el juego tirando el dado. Cuando llegues a una casilla verde se para el juego, pues ya no pueden avanzar los contagios. Cuenta el número total de contagios. Repite varias veces el juego, cogiendo cada vez más casillas verdes (inmunizadas). Comprobarás que cuantas más casillas vacunadas haya, menos riesgo habrá de que avancen los contagios por la fila. 

¿SABÍAS QUE...?

Nos protegen de muchas enfermedades

Las vacunas nos protegen de las infecciones de los microorganismos patógenos que producen enfermedades. La palabra ‘vacuna’ significa que viene ‘de la vaca’, porque las primeras vacunas eran sueros con el virus de la viruela de las vacas, que creaban inmunidad en los humanos. Las vacunas han salvado millones de vidas. Hoy día tenemos vacunas contra muchas enfermedades, algunas muy graves, causadas por virus (gripe, sarampión, viruela, rabia, paperas, neumonía, etc.) o por bacterias (peste, cólera, tétanos, tuberculosis, tifus, etc.). El avance de la ciencia es extraordinario: por ejemplo, para el coronavirus se han desarrollado vacunas en tiempo récord. Aunque para otras enfermedades, como el SIDA, aún no existe vacuna. 

SABER MÁS

De la viruela de las vacas se descubrió la primera vacuna

vaca L. O.

A finales del siglo XVIII, Edward Jenner, un médico inglés de pueblo, se dio cuenta que las personas en contacto habitual con el ganado eran normalmente inmunes a la viruela humana, una enfermedad muy grave que producía cicatrices, ceguera y mucha mortalidad. Sin embargo, la viruela de las vacas era una enfermedad leve. Así que Jenner inoculó al niño James Phipps, hijo de su jardinero, con pus de las ampollas de una lechera que padecía viruela bovina. El niño contrajo también la viruela animal. Más tarde le inocularon con viruela humana, pero no enfermó, se había inmunizado. Ésta fue la primera vacuna.