EINSTEIN, EL CIENTÍFICO GENIAL

De instituto a instituto

Al padre de Einstein nunca se le dieron bien los negocios. Pero para bien o para mal, no dejó de intentarlo una y otra vez. Después de que tuviera que cerrar la empresa que tenía en Alemania, unos amigos le dijeron que en Italia las cosas le podían ir mucho mejor. Así que decidió probar suerte una vez más. Pero había un pequeño problema:

–Albert, tú te quedarás aquí con los tíos. Como no sabes italiano, no te enterarías de nada en las clases. Y no quiero que pierdas un curso ahora que te queda tan poco para acabar el instituto.

Einstein no estaba muy contento con la idea. Odiaba su instituto, en el que lo único importante era memorizar y obedecer. Además, caía mal a los profesores, que se quejaban hasta de que sonriera en clase.

Cuando se marchó su familia, se encontró muy solo y les echaba de menos. Al final decidió que ya era mayor para tomar sus propias decisiones y que no quería estar más en Alemania. Dicho y hecho: se escapó de casa de sus tíos y consiguió llegar él solo a la casa de sus padres en Italia.

–Estudiaré por mi cuenta para prepararme el selectivo y entrar en la universidad, les dijo a sus padres, como dándolo por hecho.

Y ellos, aunque no veían muy claro los planes de Einstein, le dijeron que se podía quedar.

Unos meses después, Einstein, con 16 años, dos menos que la mayoría de sus compañeros, se presentó al examen. En matemáticas y física sacó un 10 redondo. Pero en las asignaturas de letras le fue mucho peor, así que la nota media fue suspenso.

–Lo mejor será que manden a su hijo un curso más al instituto, a ver si aprende un poco de griego. Eso sí, si quiere venir a las clases de matemáticas de la universidad...- les dijo un profesor a los padres de Einstein.

Pero Einstein tenía muy claro que no iba a volver a su antiguo instituto. Además, si volvía con su edad a Alemania le tocaba hacer “la mili”, es decir, estar un año en el ejército a la fuerza. Y él odiaba a los ejércitos.

Al final sus padres decidieron enviarlo a una pequeña ciudad suiza cercana, Aarau. Allí podría vivir con la familia de uno de sus profesores.

Nada más llegó a Suiza, Einstein supo que aquello le iba a gustar. Las clases eran muy diferentes a las de Alemania, mucho más divertidas, y los profesores mucho más comprensivos. Además, estaba muy bien con la familia con la que vivía, a los que, como a él, les gustaba mucho la música.

Se llevaba especialmente bien con una de las hijas, Marie, la más guapa. Tanto que pronto se hicieron novios. Los padres de Einstein y los de Marie estaban encantados, porque los dos parecían muy buenos chicos.

–Albert, ¿seguro que te gusto? Soy demasiado tonta para ti… - le preguntaba Marie a Einstein, preocupada de que lo suyo no fuera a durar.

–¿Cómo no me vas a gustar? Si eres perfecta...- le contestaba Einstein, que estaba coladito por ella.

Así que no es de extrañar que Einstein se encontrara la mar de feliz en Suiza. Además tenía tiempo de dedicarse a una de las cosas que más le gustaban: “los experimentos mentales”. Y es que no le hacía falta ningún laboratorio para experimentar. Con su cabeza le bastaba, ya que tenía mucha imaginación. Cuando se encontraba con una cosa que le intrigaba, empezaba a pensar sobre ella. Por ejemplo, a Einstein le intrigaba mucho la luz.

–¿Cómo viaja un rayo de luz? -pensaba de camino al instituto-. ¿Cómo veríamos el mundo si pudiéramos ir montados encima de uno? ¿Y si pudiéramos ir corriendo a su lado, tan rápidos como él?

Intentaba imaginárselo y pensar si podía ser así o asá. Si después de pensarlo veía que se había equivocado y había llegado a algo absurdo, volvía a empezar. Con esos experimentos mentales, que podía hacer en cualquier sitio, Einstein había empezado el camino hacia la teoría que le haría mundialmente famoso: la teoría de la relatividad.

Y tan a gusto estaba en el nuevo país que decidió dejar de ser alemán y hacerse suizo. Una de las cosas que más le gustaban era la poca importancia que daban a lo del ejército. Aunque Suiza tenía uno, intentaba no usarlo y ser neutral en las guerras.

–Lo que soy yo es ciudadano del mundo –decía contento, cuando ya no era alemán pero aún no había conseguido los papeles que le convertirían oficialmente en suizo-. Al mundo le iría mucho mejor si no hubiera fronteras…

Cuando acabó el curso, sus notas eran muy buenas en ciencias, como siempre, y buenas en letras, por primera vez. Cuando le preguntaron por lo que quería hacer, lo tuvo claro:

–Iré a la Universidad Politécnica en Zúrich y estudiaré para ser profesor de ciencias.

La luz se mueve a una velocidad muy, muy grande: ¡mil millones de kilómetros por hora! Además, Einstein descubrió que nada puede ir más rápido que ella.

Tomado de: Einstein, elcientífico genial

Autora: Sara Gil Casanova

Ilustradora: Raquel Fraguas González

Editorial: El rompecabezas

Actividades

1.- ¿Conoces la teoría de la relatividad? Si no es así puedes investigar sobre ella.

2.- Einstein siempre dijo que no era especialmente listo, sino solo más curioso. ¿Qué es lo que te atrae a ti? ¿Investigas sobre ello?