“Cada día, a las seis en punto de la tarde. Manuel se sentaba en el mismo banco de la misma plaza, con el mismo sombrero y su caña de pescar” (…) - “A esperar a que piquen los salmones” (…)

- “Pues si usted puede pescar salmones sentado en este banco, ¿podré yo cazar nubes si me siento a su lado?” (…)

- “Pues si ustedes pueden pescar salmones y cazar nubes, ¿podré yo cazar palabras al vuelo? Manuel y Margarita se apretaron un poco y el cartero se sentó junto a ellos (…)”.

- Disculpen mi curiosidad -dijo el señor deteniendo su paso frente al banco-, ¿podrían decirme qué están haciendo aquí con una caña de pescar, un cachivache y una saca de cartero abierta como si esperaran a que llovieran palabras? -Pescando salmones, cazando nubes y esperando a que del cielo caigan las palabras perfectas.” (…) Soy observador de bandadas de aves tropicales. -Y diciendo esto sacó sus prismáticos” (…)

“El pequeño Martín, que pasaba por allí, se detuvo delante del banco y preguntó: (…) ¿pueden hacerme un huequito en el banco? ¿Creen que yo puedo esperar aquí a mi perro?

- ¿Cómo es tu perro? -preguntó Margarita- ¿Lo has perdido?

- No -dijo el niño-, aún no sé cómo es porque no tengo perro, mi madre no me deja tener uno, pero si ustedes pueden pescar salmones, cazar nubes, esperar una lluvia de palabras y observar aves tropicales en este banco de la plaza, a lo mejor yo puedo esperar aquí a mi perro” (…)

“hablaron y charlaron y conversaron y jugaron al veo veo y a hacer rimas y la tarde fue yéndose hacia donde sea que se van las tardes y, como tenía que ser, cayó la noche y todos pensaron que era la hora de volver cada uno a su lugar.” (…)

“Y a esta tarde le siguieron otras, y otras más y a ninguna de ellas le faltaba un rato de compartir palabras, pájaros, naufragios, ladridos…” (…)

“Y cada día se despedían cuando el sol anunciaba que era lo hora de volver cada uno a sus quehaceres, y todos se iban pensando que lo mejor de pescar salmones, cazar nubes, esperar que llovieran palabras, observar pájaros tropicales e imaginar a Pep, la mascota de Martín, era que podían hacerlo cada día en el mismo banco, en la misma plaza sin ninguna esperanza de conseguirlo pero con las mismas ganas de compartirlo”.

Tomado de: Un banco en la plaza (Extracto)Texto e ilustraciones: Raquel Díaz RegueraEditado por: Lóguez Ediciones

Actividades

1. En el texto aparece un cartero. Espera a que lluevan palabras para hacer más hermosas las cartas que lleva para repartir. ¿Has escrito alguna vez una carta? Escribe una carta en la que pongas algo hermoso para alguien y envíasela por correo ordinario. Pide ayuda a tu familia, si no sabes cómo se hace.

2. En el texto encontrarás cinco protagonistas que tienen deseos, en apariencia, imposibles, pero que disfrutan compartiéndolos. Escribid cada compañer@ de clase, de manera anónima, un deseo que parezca imposible; metedlos en una caja. Sacadlos uno a uno y hablad entre todos sobre lo que os parece cada deseo: si es posible, si es divertido, se es triste, si da rabia…para poderlos compartir sin saber quién es el aut@r.