Una gitana vieja crió a una muchacha como si fuera nieta suya.
Le puso de nombre Preciosa, porque era muy bella.
Poco a poco le enseñó todas las costumbres
y las artes de los gitanos.
Preciosa resultó ser la mejor bailaora gitana
y la más hermosa y discreta.
El sol y el frío nunca estropearon
ni su bello rostro ni sus manos.
A Preciosa la criaron de manera vulgar,
pero ella se comportaba
de forma educada y sensata.
Además de lista e ingeniosa era honesta.
Ninguna gitana se atrevía a cantar
canciones de mal gusto
ni a decir palabras malsonantes delante de ella.
Con el tiempo, la gitana vieja se dio cuenta
de que su nieta era un gran tesoro
y de que podía sacar provecho de tantas cualidades.
Por eso, dedicó sus esfuerzos
a enseñarle todo lo necesario
para que se valiera por sí misma.
Preciosa conocía muchas coplas,
romances y otras canciones populares,
que cantaba con una gracia especial.
Su astuta abuela comprendió que, con la habilidad
de su joven y guapa nieta, podía ganar mucho dinero.
Le buscó todos los romances que pudo
y encargó a varios poetas que le escribiera algunos.
Era frecuente que los poetas ofrecieran
sus poesías y romances a los gitanos o a los ciegos para que los recitasen.
Después se repartían el dinero que habían ganado.