Basado en hechos reales.

John tenía el sobre lacrado ante él, al lado de un filete de ternera. El corazón golpeaba fuertemente su pecho. Llevaba demasiado tiempo dudando, tembloroso. Le angustiaba abrir la carta, pero empezaba a tener hambre. ¿Quién sería aquella misteriosa persona? ¿Debía abrir el ominoso sobre? ¿O buscaría ominoso en el diccionario? ¿Se le enfriaría la guarnición?

Finalmente, se armó de valor y rasgó el papel.

Se escuchó un trueno, o quizá algo diferente, más cercano al esfínter. «Maldita digestión», pensó. Un escalofrío le recorrió el espinazo cuando leyó un nombre: "Thomas Austin". Sí, recordaba esas grandes patillas que le atemorizaban€ el horrible modo en el que bailaba claqué€ Después de todo, ambos compartían padre y madre. «¡Anda, si es mi hermano!». Y entonces, leyó lo siguiente (mira la carta número 1):

John se atragantó por la emoción, y también por el sobre, al que confundió con el filete. Aquella misma semana le mandaron a Thomas veinticuatro conejos a Australia.

Los días pasaron del modo habitual -lunes, martes€ y así sucesivamente, hasta que el domingo se reinicia la cosa-. A lo tonto, ya había trascurrido siete años desde la última comunicación, cuando John recibió una carta. Esperaba una invitación formal para Australia, o un bumerán plegable. Se imaginaba cualquier cosa, salvo lo que encontró (mira la carta número 2):

El anterior cuento es (casi) verídico. Los vecinos nunca se cargaron a Austin, aunque este les diera motivos para odiarlo hasta el infinito y más allá.

De hecho, la historia finalizó de un modo tan dramático que parece ciencia-ficción. En 1883 el gobierno australiano redactó una ley por la cual los niños que tuvieran un conejo como mascota irían seis meses a la cárcel. Toma ya. Después se construyó la valla más larga del mundo (3236 km), intentando contener la plaga.

¡Nada funcionó!

En 1940, en menos de un siglo, había 800 millones de conejos extendidos por todo el territorio. La situación se hizo tan crítica que hubo autenticas batallas de seres humanos contra conejos. ¡Llegaron a lanzar una enfermedad (mixomatosis), y posteriormente un terrible calcivirus (EHC)! Hoy en día la población conejil está mucho más controlada, pero se sigue considerando a los roedores importados por Austin Thomas una plaga.

Increíble, ¿verdad? Todos los ecosistemas dependen de la biodiversidad, pero también de su equilibrio. Transportar un ser vivo puede resultar un completo desastre€ aunque a veces el experimento sea positivo.

Un tal Cristóbal Colón, gran descubridor con peinado a tazón, importó el tomate de América. Posteriormente llegarían la patata y el maíz, y no solo no fueron perjudiciales, sino que forman la base de nuestra alimentación€ Bueno, al tomate le costó ser popular. Algún moderno de la época comentó que era venenoso y nadie lo comió en doscientos años.

¡Digamos que con Colón tuvimos suerte!

Entonces, ¿cuándo se considera 'mala' una especie importada? Es fácil: las llamadas especies exóticas serían las extendidas fuera de su hábitat natural, pero sin afectar negativamente al entorno (la patata, en su momento, fue 'exótica'). Las especies invasoras si amenazan la diversidad biológica de las especies autóctonas.

El ejemplo de los conejos es el más espectacular de la historia, pero ha habido muchos más incidentes, a menudo provocados por 'la gracia' de liberar mascotas provenientes de otros hábitats. La lista de especies invasoras a nivel mundial es muy extensa, aglutina tanto animales, como vegetales. Hay para todos los gustos€ ¡uno de ellos lo tienes muy cerca!

Quizá lo estés tocando ahora mismo (no, no es tu pierna). El ser vivo más salvaje se carga millones de pequeños animales en todo el mundo. El ser vivo más dañino ha sido responsable -¡él solito!- de la extinción de treinta y tres especies. El ser vivo más peligroso es monísimo, lo adoro, y su nombre es ¡GATO!

¿A qué piensas que se dedican cuando no protagonizan vídeos en Internet?