Uno de los mayores retos a los que se enfrentan los profesores en su día a día es el de crear un ambiente que propicie el buen transcurso de la clase. De hecho, de los 2.174 casos que atendió el curso pasado el Defensor del Profesor de la Asociación Nacional de Profesionales de la Enseñanza (sindicato ANPE), el 21 % era por problemas para dar clase, ya que, en ciertos contextos, no existe el clima adecuado en el aula y surgen las llamadas conductas disruptivas.

«Puede haber absentismo, pérdidas de tiempo, interrupciones, conflictos o actitudes agresivas con los compañeros», explica Olga Adroher, profesora colaboradora del máster universitario de Formación de Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas, impartido por la UPF y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

En este sentido, Paola Ferrando, profesora de inglés y autora de la investigación 'Gestión del aula: Estrategias clave para el cambio', premiado como mejor trabajo final de máster (TFM) de la citada titulación el pasado curso, cree que «aunque no existen fórmulas mágicas que sirvan para todos los alumnos ni un conjunto de reglas que se puedan aplicar de forma automática al margen del grupo», sí se pueden tomar medidas que faciliten un clima favorable para la adquisición de conocimientos.

«Lo importante es dedicar mucho tiempo a conocer a tus alumnos, tanto de forma individual como dentro del grupo. También hay que saber si tienen problemas fuera del colegio, y eso es muy difícil. Para ello, debemos generar una confianza, observar mucho las dinámicas y consensuar rutinas. Es un trabajo que puede llevar tres, cuatro o cinco meses», explica Ferrando.

Olga Adroher, por su parte, defiende una manera similar de afrontar el problema: «Debemos generar empatía con los alumnos, buscar complicidades y motivarles, porque en ocasiones la desmotivación puede crear conflictos en el aula. Este es uno de los principales retos que en estos momentos tiene el profesorado. Los docentes deben conseguir que sus alumnos comprendan cuánto les puede ayudar la formación y lo útiles que son los conocimientos».

Ferrando aporta un conjunto de medidas y estrategias para mejorar la gestión del aula y para que el docente pueda elegir entre ellas porque «lo que un día a lo mejor te funciona, al siguiente ya no», recuerda.

Pactar normas, evitar castigos...

Así, cree fundamental la creación de una cultura del aula, que incluya el trabajo con valores como el diálogo, la escucha activa, la tolerancia, etc. «Hay que trabajar qué valores van a regir en el aula y qué significan para los alumnos. Por ejemplo, el respeto. Decimos muchas veces que no se puede faltar al respeto al profesor o al resto de alumnos. Es un mensaje muy manido, pero, ¿saben los alumnos qué significa el respeto? ¿Por qué no empezar planteándose si les molesta que alguien les haga tal cosa o les diga tal otra?», explica.

Por otro lado, también considera fundamental trabajar el terreno emocional y la motivación: «Pasaría, en parte, por las muestras de reconocimiento hacia el alumno, por hacerle partícipe de su proceso de aprendizaje mediante la autoevaluación de la asistencia, la participación, etc.», explica.

La profesora apuesta por pactar las normas con los alumnos: «Es muy interesante y divertido. Suelen ser muy duros al poner ellos las reglas, luego se arrepienten y hay que renegociarlas. Pero en general, las normas pactadas las cumplen mucho más. Ellos mismos reaccionan cuando alguien se las salta y comete una falta de respecto, grita en medio de clase, etc. Ese es un objetivo ideal para grupos disruptivos: que ellos solos aprendan a controlarse o que los propios alumnos digan a un compañero que salga de clase cuando vean que va a haber problemas».

Por último, cree que lo mejor es tomar medidas preventivas y correcciones no invasivas basadas en el refuerzo positivo, la mediación, evitar el enfrentamiento entre profesor y alumno, etc. Tanto Ferrando como Adroher creen que ni los castigos ni las amenazas suelen funcionar, especialmente con los grupos más conflictivos, en los que pueden incluso aumentar la hostilidad y el enfrentamiento. Otras alternativas resultan mucho más útiles.

Ambas expertas coinciden en la validez de estas medidas en cualquier aula y no solo en las de mayor complejidad. Incluso, señalan que pueden resultar especialmente útiles en centros que trabajan por proyectos, donde el alumno debe ser muy autónomo y tener unas bases muy sólidas a la hora de relacionarse con los demás y respetar el turno de palabra, entre otras cuestiones. Además, Olga Adroher insiste en la necesidad de seguir trabajando estos aspectos al formar a los docentes: «Aprender a gestionar un grupo de alumnos es cada vez más necesario y de un tiempo a esta parte se ha convertido en un aspecto fundamental. Además, la vida y el entorno cambian constantemente, lo que afecta a dicha gestión y obliga al profesor a adaptarse a ello».