Alberto Soler es psicólogo, escritor y creador del videoblog 'Píldoras de Psicología'. El próximo 30 de noviembre participará en Murcia en el evento de la PequeOpi 'Educando más y mejor'.

P¿Qué debería hacer un padre preocupado por el bajo rendimiento escolar de sus hijos?

R Ante esta situación, lo primero es no alarmarse: no es lo mismo un bajo rendimiento escolar (que es algo por lo que de manera puntual pueden pasar muchos niños), que un fracaso escolar. A veces reaccionamos demasiado ante lo académico; sin embargo, habitualmente no suele tratarse de un problema primario, sino un síntoma que evidencia algún problema o alteración en otra área. El primer paso debería ser poder situarnos al lado de la escuela para compartir puntos de vista y preocupaciones y decidir la mejor forma de actuar. En ocasiones estas etapas de bajo rendimiento suelen ir de la mano de transiciones evolutivas, nacimiento de hermanos, cambio de residencia, separación de los padres, problemas en casa, con los amigos, u otro tipo de dificultades en el entorno. En otras ocasiones, no obstante, pueden ser el resultado de algún problema de base que requiera ser evaluado y diagnosticado por un profesional. Sea uno u otro motivo, serán esas dificultades las que deberemos abordar, no solamente el rendimiento escolar. Como nos dicen a veces los pediatras, que no se trata la fiebre, sino lo que la está causando. En este caso lo mismo.

P ¿Es bueno que los niños tengan muchas actividades extraescolares fuera de horario escolar?

R Depende de lo que consideremos «muchas». Hay niños muy activos que necesitan tener un cierto nivel de actividad, y niños más tranquilos que lo necesitan menos. De todas formas en nuestro contexto las actividades extraescolares muchas veces sirven más de herramienta de conciliación para los padres que como fuente de ocio para los niños. Debe imperar el sentido común: si los niños disfrutan y es algo que ayuda a organizar mejor el (muchas veces complicado) día a día, cumplen su función. Si solo sirven como fuente de estrés y malestar, quizá nos lo deberíamos replantear. Además, no todas las actividades son iguales: después de una larga jornada de trabajo intelectual, lo que menos necesitan los niños es seguir sentados con más clases, necesitan deporte, movimiento, e idealmente tiempo para juego libre (lo que no suele abundar).

P Casi todos los padres quieren que sus hijos sean los mejores en el colegio. ¿Qué puede provocar tanta competitividad?

R Muchos pueden querer que sus hijos sean los mejores en el colegio, sí, y también que sean los más altos y guapos de su clase. Pero cuando les preguntamos qué es lo que quieren para sus hijos, la inmensa mayoría responden en primer lugar que sean felices. No debemos perder esto de vista, ya que si nos olvidamos de que los niños son algo más que sus resultados académicos, podemos acabar presionando en exceso, y que esto desemboque en un mal clima familiar, estrés, falta de motivación y, paradójicamente, peor rendimiento escolar.

P ¿Tenemos los padres cierta obligación social de crear hijos de sobresalientes?

R Es algo que cada vez se ve más; por supuesto que los padres desean que sus hijos tengan éxito en la vida, un buen trabajo y un buen sueldo. Pero cada vez más nos hemos metido en un entorno súper competitivo, en el que nada es suficiente: desde bien pequeños deben estar expuestos a varios idiomas, formación musical, los mejores colegios, clases de repaso, extra escolares que compensen las «carencias» de la educación formal y les den ventajas sobre el resto de compañeros... Nada basta. ¿Y qué es lo que dejamos de lado? El tiempo libre, el juego, el que los niños sean, simplemente, niños, y no solo futuros trabajadores.

P¿Qué consejos daría en general para motivar a los niños a estudiar?

R Más que motivar a los niños a estudiar deberíamos esforzarnos en no eliminar su interés e ilusión naturales por aprender. Y esta presión excesiva de la que hablamos puede acabar produciendo eso. Podemos animarles a mirar al mundo con curiosidad, a hacerse preguntas, tratar de responderlas y disfrutar en el proceso. Y la vía natural por la que se adquiere y mantiene todo eso durante la mayor parte de la infancia es mediante el juego. Además, es importante permitirles desarrollar sus intereses, sus pasiones. Si le gusta la música, el deporte, las manualidades o hacer excursiones, lo que sea que les guste, eso es lo que deberíamos incentivar porque cuando hacen esa actividad es cuando están disfrutando de aprender. Y lo que queremos es que aprender sea algo con lo que disfruten, y quieran seguir aprendiendo. No que sea algo penoso y que estén contando los días hasta tener la edad suficiente para poder dejarlo.

P A un niño con riesgo de fracaso escolar o con rendimiento escolar muy bajo, ¿cómo le puede ayudar acudir a un psicólogo?

R Cuando hay problemas académicos, el psicólogo realiza una evaluación para determinar cuál es el origen de esos problemas. Evaluará al niño y su entorno familiar y social, y con toda la información elaborará un diagnóstico con pautas de intervención y recomendaciones para la familia y para la escuela. En los casos en los que sea necesario, se activarán los recursos pertinentes a nivel sanitario y educativo para compensar las posibles dificultades que tenga ese niño.

P ¿Es bueno recurrir al viejo planteamiento de premios y castigos para motivar a los niños a estudiar?

R Como normal general, no lo es. Pero es así como está construido nuestro sistema educativo. ¿Qué son, si no, las calificaciones académicas? Premios y castigos. Luego además, muchas familias acaban premiando los premios y castigando los castigos, parece que no tenemos nunca suficiente, todo pese a que existe bastante evidencia de que los premios y los castigos lo que hacen es reducir la motivación intrínseca, sustituyéndola por una externa, mucho más volátil y menos potente. No es lo mismo aprender que aprobar exámenes, y el sistema de premios y castigos orienta a los alumnos a aprobar más que aprender. Si el objetivo es aprobar, se pueden hacer trampas, se puede copiar, me pueden hacer los trabajos mis padres... Todo vale.

P Muchos padres proyectan sus frustraciones profesionales en sus hijos. ¿Cómo podemos evitar hacer esto?

R Yo no diría que sea algo que hagan muchos padres; la mayoría de los padres y madres hacen una gran labor educativa con sus hijos, y se esfuerzan por darles lo mejor dentro de sus posibilidades. Hay que respetar y reconocer más socialmente la labor de los padres y las madres, no generalizando actitudes puntuales o errores que algunos puedan cometer. Ocurre en ocasiones que problemas sociales o estructurales acaban teniendo implicaciones a nivel doméstico. Por ejemplo, saberse la primera de muchas generaciones en no lograr que los hijos tengan unas mejores condiciones laborales y económicas que sus padres, puede llevar a éstos a un exceso de presión, con el legítimo objetivo de asegurarles unas buenas condiciones de futuro. Algo común a todas las generaciones es desear para los hijos un mayor éxito y prosperidad del que disfrutaron los progenitores. Pero este deseo se puede convertir en un exceso de presión para algunos hijos.

P ¿Cómo surgió la idea de crear el videoblog 'Píldoras de Psicología'?

R Llevábamos muchos años escribiendo artículos en el blog, y teníamos la idea de lanzar un podcast, cuando un buen amigo nos dijo: ¿Y por qué no grabáis vídeos? Nos gustó la idea y empezamos a aprender sobre cámaras, grabación de audio, iluminación... hasta que nos sentimos lo suficientemente satisfechos con el resultado como para empezar a publicar los primeros vídeos. Los vídeos tuvieron buena aceptación, y ahí seguimos, sacando cada lunes un nuevo vídeo sobre temas relacionados con la psicología y la crianza.