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Opinión | Pasado a limpio

El Senado, el circo y los idiotas

Un bachillerato bien hecho no debe preparar para un futuro profesional. Ni es ese su objetivo, ni puede plantearse en esos términos. Debe proporcionar una base cultural esencial y unos conocimientos mínimos en una serie de disciplinas. Sin esos elementos, no habrá buenos profesionales, ni investigadores, ni funcionarios, ni siquiera políticos. Pongamos un ejemplo sencillo.

Para ser poeta se requiere un buen manejo de la lengua, ciertos recursos técnicos y estilísticos y una buena dosis de genio artístico, pero no es necesario ser poeta para apreciar la poesía. Con unos conocimientos elementales se puede distinguir perfectamente un buen poeta de otro que no lo es, aunque alcance fama. Pudiera ser más difícil detectar un argumento falaz, pero un buen bachillerato da para mucho.

Sin ir más lejos, tengo la certeza de coincidir contigo, amable lector, en una valoración sobre la capacidad oratoria y retórica de la mayoría de nuestros próceres y apostaría que nuestras discrepancias serían cuestión de detalle, con independencia de nuestra afinidad ideológica. Nuestras preferencias pueden determinar que consideremos bueno a quien sobrepase la media, pero seguro que coincidimos en más de un 99% en quien no llega ni a mediocre. Considerarás fácil la tarea, pero por lo general, un bachiller como Dios manda distingue entre Oratoria y Retórica.

Lamentablemente, un bachillerato decente no permite saber para qué sirve el Senado, la utilidad de una comisión de investigación de las Cortes, la estructura de nuestro sistema democrático o distinguir los derechos fundamentales de los principios programáticos de nuestra Constitución. Ese nivel de conocimientos fue despreciado como básico y elemental por nuestros legisladores. ¡Voto a Zeus! No es una contradicción. Si el bachillerato ha de proporcionarnos unas nociones culturales básicas, ¿qué puede ser más necesario que ser un buen ciudadano? Sócrates no habría tenido la más mínima duda. Un ateniense debía saber cómo se gobernaba su poli, qué normas la regían y cuáles eran sus principios políticos. Un ciudadano ateniense podía ser llamado a desempeñar una magistratura, ser jurado en un juicio o dirigir a la milicia ciudadana en la batalla de Maratón. Los arcontes eran elegidos por sorteo, de manera que el ciudadano que no se ocupaba de los asuntos públicos tenía un calificativo: idiota.

El Senado, el circo y los idiotas

El Senado, el circo y los idiotas

Todo esto viene a cuento de la comparecencia del presidente del Gobierno en la comisión de investigación del Senado de la pasada semana. En general, la prensa reflejó lo que favorecía su línea editorial, pero quienes seguimos la comparecencia, siquiera parcialmente, pudimos comprobar el nivel de nuestros parlamentarios.

Objetarás, amable lector, que me he batido en los tribunales durante años, que he visto muchos debates parlamentarios y cientos de alegatos forenses. Pero nadie con un bachillerato bien hecho puede sentirse orgulloso del nivel que mostró el Senado, por muy afín que sea a un partido. Ni siquiera el presidente puso el mínimo orden exigido a un interrogatorio. Las preguntas atropelladas, no dejar contestar al compareciente, inquirir que respondiera con un sí o un no, jugar a quién hace el alegato más pinturero para las redes sociales... Uno de los principales, Alejo Miranda, ha desempeñado cargos públicos y ha hecho carrera en el PP; pero me interesa su currículum como abogado, porque un buen abogado no puede hacer una pregunta de la que no sepa cuál puede ser la respuesta más probable. Su interrogatorio fue una completa desfachatez, incluso si quería pillar a Sánchez en un renuncio.

Una pregunta impertinente es aquella que no guarda relación con el asunto. Preguntar a Sánchez sobre si Venezuela es una dictadura es un ejemplo paradigmático y, si acaso fuera relevante, no puede exigir un sí o un no. Como interrogador, no sirve ni de poli malo en la brigada de orden público. No hablemos del resto, porque a quién le puede interesar, salvo que sea un guardia civil de tráfico, cuántos iban en el Peugeot de Sánchez.

Obviamente, el presidente del Gobierno no puede faltar al Senado calificando la comisión de difamatoria, por más que algunos ‘notas’ mostraran su injurioso nivel. Mucho menos decir que era un circo, ¡faltaría más! He sido, soy y seré un admirador de todos los espectáculos circenses, incluidos los leones. Pero si estos felinos eran los que iban a devorar a Pedro Sánchez... Lo de la tropa que decía Romanones de su propio gobierno, se queda en una broma inocente.

Si teníamos alguna duda del nivel de nuestros senadores, la comparecencia de la semana pasada nos ha demostrado que no es un cementerio de elefantes, sino una palestra donde debaten los segundones de los partidos, aunque los principales no puedan demostrar mejores dotes. El Senado actual no llega a patio de monipodio. Si lo más comentado fueron las gafas que Sánchez usó para leer, si su máximo deterioro sólo es un problema de presbicia, la oposición adolece de una miopía tremenda.

Cualquiera de los fieles lectores que siguen estas líneas, con independencia de su inclinación ideológica, lo habría hecho mejor. Bastaba con haber hecho un buen Bachillerato, ese que Mazón tampoco ha tenido.

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