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Opinión | Pan para hoy

La prima de Schrödinger

El día 2 de abril del presente año escribí en este diario una columna titulada Contra el matrimonio, en la que hablaba del, hasta ayer, futuro casamiento de mi hermana. Hasta ayer, porque tendrá lugar este mismo sábado en una iglesia del Campo de Cartagena. No daré más detalles para no verme como Lola Flores tratando de expulsar a las masas de mirones congregadas por mi poder de llamamiento.

Pese a la prosa patética empleada en aquella ocasión, lo cierto es que el evento quedaba aún un poco distante y solo alcanzaba a imaginarlo en medio de un futuro nebuloso. Largo me lo fiaban. Pero la modista ya me tiene el bajo metido y, a falta de decantarme por una u otra corbata, ya está la suerte cargada. La ceremonia es inminente, mis familiares me preguntan si acudiré solo, y los primos y amigos más granujas se interesan por las amigas de la novia, conscientes de que de una boda sale otra boda. Para mí el casamiento es una cosa extraña. La última vez que acudí a uno fue hace más de quince años, por lo que he de mentalizarme y trazar mi hoja de ruta.

Los más curtidos de la familia ya han anunciado la suya: el tío Cesáreo ha amenazado a la novia con irse al bar de la esquina (que se llama Bar La Esquina en una masterclass de branding) si la misa dura más de treinta o cuarenta minutos. La segunda clase magistral llegará con las copas. Con el Don Juan Tenorio reciente, he preparado para mis amigos solteros un manual de cortejo. Quizá se base en creencias mitológicas, pues siendo como soy lego en casamientos, ignoro si la existencia de la prima soltera vestida de rojo es fundada o fruto de imaginaciones febriles. Si la prima de Schrödinger es real, recomiendo a mis pupilos recurrir a un clásico que no puede fallar: «Oye, ¿es que no sabes que no se puede venir vestida más guapa que la novia?». Tiki taka, señores, flirteo champán entre güisquichelis y cuñados caparras.

Todo es una incógnita, pero tengo muchas ganas. Aún no sé en qué mesa iré, aunque tengo que estar preparado para jugar donde el entrenador me coloque, porque somos profesionales del convite. ¿Debería fumarme un paquete de Ducados negro? No se podría entonces dudar de mi compromiso, pues me partiría el pecho jugando, pero creo que con el puro voy bien.

El partido se prevé largo, con prórroga y penaltis. Ya les dije que las perras y lo otro están pa’ las ocasiones. La semana que viene les cuento si estoy a la altura del refranero murciano. Continuará… o no, según me de. ¡Vivan los novios!

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