Opinión | Las trébedes
El nombre de la mujer en vano

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, durante un pleno / EFE/ Chema Moya
De pronto, el Gobierno autodenominado progresista decide que es importantísimo y urgentísimo incluir en la Constitución española el derecho al aborto. Y proclaman que aparecerá expresamente que es un derecho «de la mujer» (¿de quién, si no?). Pues muy bien. Nos toman por idiotas, una vez más: ¿Acaso cuenta el Gobierno de Sánchez con la «mayoría de tres quintos de cada una de las cámaras» que exige el artículo 167 para introducir ese derecho? Pues no, por lo tanto, nuevo brindis al sol. Pero nosotras ya tan contentas, qué majo este Pedro Sánchez que nos lleva de excursión, qué gran feminista. Supongo que suponen.
El tema del aborto es de los moralmente espinosísimos. Quien esto firma no ha logrado tener una posición clara al respecto, pues tomar en consideración todos los aspectos que involucra hace que la cabeza haga boom. De lo que nadie verdaderamente humano puede tener duda ninguna es de que una mujer que se ve en esa tesitura vive una experiencia que la marca. La casuística es infinita, por lo que resulta dificilísimo ponerse en el lugar de una mujer en abstracto. Porque cada una es una mujer en concreto. De ahí que uno sí pueda racionalmente llegar a la conclusión de que es necesaria una ley que permita el aborto y que proteja tanto a la madre como a los profesionales sanitarios que la atiendan. Porque esa garantía legal no obliga a nadie a pasar por ese trance, y ofrece una salida digna y segura a quien por los motivos que sean y las razones que sean decide no continuar con su embarazo.
Sorprende no menos que la ligereza del presidente del Gobierno la ligereza de la presidenta de Madrid, la señora Ayuso. Es irresponsable el Gobierno asegurando con aplomo que va a hacer lo que en realidad no puede hacer, lo cual es un ejemplo más de lo que recientemente Bernar Freiría explicaba en estas páginas: ese modo de hacer política que se orienta al fin de poner en apuros al rival político. Y provocó asombro inmediato y duradero Ayuso al decir públicamente que no admite lecciones porque ella ha pasado por ese trance, pues ha sufrido dos abortos. Lo que no dijo es que fueron espontáneos. Como si perder a un bebé deseado, con ser dramático, pudiera compararse con interrumpir voluntariamente un embarazo no deseado o, aún más duro, el de un ser no viable o abocado a un sufrimiento espantoso para él y para su entorno. En estos últimos casos se enfrenta una a un dilema moral, señora Ayuso, que no se da en el aborto espontáneo, seguro que su profesor de Filosofía se lo explicó allá en sus años de BUP. Un dilema moral exige una respuesta, es decir, una decisión. La persona que lo afronta ha de deliberar sobre cada una de las dos posibilidades de acción que tiene y sobre sus consecuencias, que tendrá que asumir. Y tiene que hacerse cargo de la imposibilidad de volver atrás, una vez tomada la decisión. Un aborto espontáneo es algo que te pasa, mientras que una interrupción voluntaria del embarazo es algo que decides hacer. Frivolidad es hacer la comparación, señora Ayuso, con todo mi respeto. Y crueldad es no cumplir la ley y mandar fuera del territorio que usted gobierna a las mujeres que se vean en ese trance. Y que le aplaudan tras gritarlo.
Tal vez por un mecanismo similar al de los sesgos, solemos tomar nuestra propia experiencia como criterio para juzgar la moralidad ajena. El propio imperativo kantiano (simplificado: obra siempre como te gustaría que obrasen los demás en tu lugar) entroniza al yo como legislador moral, bajo el principio de que la razón es única e igual en todos los hombres. Por mucho que se nos llene la boca con la palabra empatía, ese concepto que combina las antiguas compasión y caridad, no es exagerado pensar que difícilmente podemos alcanzar a imaginar algunos sufrimientos humanos. Por eso, lo menos que podemos y lo que debemos hacer es no aumentarlos. El deber, en este caso, es moral y también político, pues está en la mano de los depositarios del poder ejecutivo (como la señora Ayuso, por ejemplo, o el señor López Miras) facilitar el cumplimiento de la ley que reconoce este derecho.
Suscríbete para seguir leyendo
- La angustia por el intento de robo de una niña de 2 años a las puertas de un colegio de Murcia: 'La cogieron y se la intentaron llevar en los brazos
- Estos son los pasos de la Magna Procesión de Murcia y las iglesias donde ya están expuestos
- El centro de discapacidad de Churra se convierte en un auténtico polvorín por maltrato, acoso laboral y hasta 'heces en la cafetera
- Más oscuro, amargo y con más remordimientos': Pérez-Reverte presenta en Cartagena la última entrega del capitán Alatriste
- Ni las Fuentes del Marqués ni Blanca: el mejor mirador de otoño de Murcia está a solo 20 minutos de la capital
- Murcia, área urbana con más población vulnerable en zonas inundables
- El Gobierno confina desde hoy aves de corral en 10 municipios de la Región de Murcia para no propagar la gripe aviar
- Manolo Blakes confirma el éxito en Murcia de sus 'manolitos': abre un nuevo local y publica una oferta de empleo para ser 'Team Leader
