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Opinión | Lo veo así

No se atiende a padres

Que en el ‘templo del saber’ se tenga que recordar que los alumnos son mayores de edad, es para hacer pensar

Alumnos en una clase de universidad

Alumnos en una clase de universidad / EFE/Enric Fontcuberta

La semana anterior, en este mismo espacio, me preguntaba qué educación se estaba impartiendo a los y las jóvenes, en España -en Educación Secundaria y Bachiller- cuando se percibía un crecimiento en ideas machistas en ellos y de sumisión en ellas. Y hoy, la pregunta continúa siendo la misma, pero aplicada a los padres, al leer en un periódico una noticia relacionada con la Universidad de Granada. Una Universidad con 494 años de historia, ocupando un lugar destacado en clasificaciones internacionales y encontrándose en España entre las primeras universidades según el Ranking Académico de Shanghái.

No se atiende a padres

No se atiende a padres

Pues bien, en esta universidad, plena de historia, el vicedecanato de prácticas se ha visto obligado a poner un cartel avisando que «No se atiende a padres», y aclarando en ese pasquín que todo el alumnado «es mayor de edad»; que en el ‘templo del saber’ -expresión de Miguel de Unamuno-,se tenga que recordar que los alumnos que buscan en sus aulas el conocimiento son mayores de edad, es para hacer pensar.

Se ha de reflexionar sobre la sociedad que estamos formando. Una sociedad que, según los estudiosos, da como resultado que las nuevas generaciones tengan menos capacidad de resiliencia ante problemas reales, debido a la sobreprotección que se ofrece a los jóvenes, a la cultura del ‘todo fácil’. En definitiva, una sociedad que forma a seres incapaces de resolver problemas por sí mismos.

Y me ha llamado la atención esta noticia, porque yo creía que había sido la única profesora de Universidad a la que, en quinto de carrera, una madre había ido a reclamar un aprobado para su hijo porque, según ella, él se lo merecía.

Sí, cuando impartía clases en la Facultad de Comunicación y Documentación de la Universidad pública, en Murcia -maravillosos años los vividos allí- un día, al llegar al edificio, veo las caras de una cierta guasa de los ordenanzas que me dicen, a punto de soltar la carcajada, que había una madre en el hall que preguntaba por mi; porque quería reclamar sobre su hijo. Lógicamente, me reí, porque no les creí en absoluto, pero sí, la madre estaba allí, y yo tuve que invitarla al despacho para que esta mujer, ante mi más absoluto asombro, me dijese que tenía que aprobar a su hijo porque le había afectado mucho y… no continuó porque la charla fue de ‘Aurora Boreal’. Y pensé que esas cosas solo me podían ocurrir a mí.

Pero no, después de años, veo que no soy la única. Que siguen existiendo padres y madres a los que el instinto de protección de la prole les hace caer en el más espantoso de los ridículos, olvidando, o desconociendo, que es lo peor, que el exceso de protección, hacia sus hijos, solo puede generarles baja autoestima. Que el exceso de dependencia de los mismos puede llevarles a tener dificultades para enfrentarse a los problemas de la vida, porque no son capaces de soportar la frustración.

Ese cartel de la Universidad de Granada de «No se atiende a padres» nos habla de una sociedad que infantiliza todo, de unos padres que impiden a sus hijos resolver sus propios conflictos, porque no los dejan crecer, convirtiéndose en ‘padres helicóptero’. Un término, que aparece en el libro Padres y adolescentes del Dr. Haim Ginnott y que se aplica a los progenitores que «siempre están encima de sus hijos», como un helicóptero que los sobrevuela.

Me quedo con esto que leí hace tiempo y que recomendaría a esos procreadores capaces de ir a una facultad a protestar porque no aprobaron a sus hijos: «Los padres deben ser como el faro que ilumina su camino, no como los navegantes que sostienen el timón en la vida de sus hijos. El faro proporciona la dirección correcta para que un barco pueda navegar de manera segura; es el barco el que debe vencer los fuertes vientos y las fuertes olas».

No se puede ser faro y barco a la vez.

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