Opinión | Las fuerzas del mal
Las gafas de Clark Kent
Hay gente que no vería a Superman si llevara lentes, de la misma manera que creería que Lex Luthor, o Santiago Abascal, son altruistas

Pedro Sánchez, en su comparecencia en el Senado. / E. P.
Es una suerte que los universos cinematográficos del cómic no nos hagan comulgar con más ruedas de molino que las estrictamente necesarias, y en las dos últimas adaptaciones a la pantalla de Superman, lo que a los talluditos de más de cuarenta nos parecía de lo más normal en nuestra infancia no sea de recibo hoy, ya que Lois Lane primero averigua, en carne de Amy Adams, y luego, interpretada por Rachel Brosnahan, sabe ya quién es Superman. Que ya estaba bien que la reportera más avezada del Daily Planet estuviera en Belén con los pastores cada vez que entrevistaba a Superman sin ni siquiera preguntarse de qué le sonaba a ella esa cara.
La Lois Lane cinematográfica de mi infancia, Margot Kidder, lo sabe, pero porque se lo dice él, Superman siendo Christopher Reeve, para luego darle un beso que la sulibella, haciendo que se le olvide. Y otra rueda de molino más y un triple salto mortal en la suspensión de la incredulidad, aunque sea mejor la bendita ignorancia que la peligrosa certeza. Estoy siendo injusto con la periodista, ya que ni el director del periódico ni Jimmy Olsen, que cazaba al Hombre de Acero con teleobjetivo, se dieron cuenta de que Clark Kent, si le quitabas las gafas, se parecía un montón al Hombre de Acero.
Los supervillanos lo tienen más difícil en el mundo del cómic que Superman, lo tenemos que reconocer. Muchos de ellos se ocultan con máscaras y superpoderes, como sus némesis heroicos, pero hay otro tipo de villanos que lo hacen todo a la luz del día, como Lex Luthor. O como Santiago Abascal, que en una entrevista, en la misma tanda, ha dicho que las personas LGTBIQ+ que se manifiestan en el Orgullo son un poco degeneraditas, pero que ellos nos van a salvar de los inmigrantes que agreden a las personas LGTBIQ+, aunque nosotros, maricones, bolleras, travelos y demás raritos, recordemos específicamente quién nos ha hecho la vida imposible y que en el recuento haya pocos mojameses y bastantes más joseluises.
Todo esto al mismo tiempo que vuelve con el gran éxito de los dos mil: «No lo llames matrimonio, llámalo unión civil». Vamos, que nos considera ciudadanos de segunda, que no pueden manifestarse salvo como él diga, y que piensa que somos críos asustados porque dice que viene un supuesto lobo, mientras trata de que olvidemos que otro lobo real ha estado aquí siempre y nos muerde cada día. Lex Luthor comparte con Abascal, no inteligencia, pero sí una cierta intangibilidad que quizás provenga de que nadie -¿Lois Lane, alguno?- se pregunta seriamente qué es lo que pasa con su fundación Disenso, como nadie, salvo Superman, se pregunta por qué Luthor es el perejil en todas las salsas.
Por eso deba, quizás, rectificar mi hipótesis de partida: hay gente que no vería a Superman si llevara lentes, de la misma manera que creería que Lex Luthor, o Santiago Abascal, son altruistas y batallan por su bien. Pero a mí no me engaña el presidente con sus gafas. Toda la oposición tirándole con bala y él saliendo indemne otra vez... ¿No será un tal Sanch-Ez, del planeta Krypton? Qué pena no tener a mano a Lois Lane para que me saque de la duda.
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