Opinión | Salud y rock and roll
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Nuestros padres, a nuestra edad, tenían hijos, una segunda residencia y los veíamos como adultos muy mayores

Tatuajes en la espalda de Belén Unzurrunzaga.
He vivido muchos años de espaldas al tiempo, sin importarme su paso, sin prestarle la atención que merecía. Mi subconsciente debía pensar que era inmortal. Los años pasan rápido, muy rápido. Dicen los que saben de esto que el periodo de los 40 a los 65 se llama mediana edad o periodo transicional entre la vida adulta joven y la vejez. A ellos les llamamos maduritos interesantes, y ¿a nosotras? Está bien visto que ellos se líen con chicas más jóvenes; a nosotras ni nos miran, y si nosotras nos fijamos en algún yogurín, viene el prejuicio. Lo que está claro y cada día lo tengo más comprobado es la cantidad de infelicidad que hay en mi generación. Esa que se casó porque es lo que había que hacer, creían en el amor, era para toda la vida y lo que ha llegado es el aburrimiento, el silencio, querer estar en otro lugar, fantasear, pero quedarse en una vida que dejó de ser la que querían; estoy rodeada de gente que vive así. También estoy rodeada de gente que lleva una doble vida, o gente que ha roto con todo. Podríamos hablar del amor romántico y del terrible daño que ha hecho a más de una generación, pero la opinión que nadie me ha pedido sobre ello me la reservo para febrero. Lo que tengo claro es que todos lo hemos hecho lo mejor que hemos podido con los recursos emocionales y referentes que teníamos. Pero no todas pasamos por el altar; estamos las que, tras una serie de catastróficas desdichas, decidimos transitar este loco mundo solas, felices e independientes, y a este periodo de la vida a partir de los 40 lo llamamos: Todo son pérdidas. El pelo empieza a caerse de una forma cruel y despiadada; también hay pérdidas de orina, aunque todavía no me pasa, a no ser que me ría muy fuerte. Podemos hablar de la gravedad y cómo todo cae: la piel colgandera de los brazos, el culo, el pecho, las marcas del cuello; a veces pienso en ponerme papel celo como Carmen Sevilla por el cogote para estirarlo. A tu alrededor empiezas a escuchar hablar de perimenopausia, estrógenos, sofocos, cambios emocionales, irritabilidad, insomnio, sequedad vaginal, caída en picado de la libido. Mientras las miro fijamente, apunto al colapso, porque todo me suena a ciencia ficción. Tu amiga de alma te dice: «Celebra cada día seguir teniendo el periodo y dormir del tirón». Y créanme que lo hago, lo celebro todo. El maldito algoritmo en redes me saca vídeos de suplementos de mil millones de vitaminas, colágeno, tratamientos para la piel con cremas imposibles, serum, retinol, hialurónico y yo lo único que hago es beber cerveza, algún amontillado que otro, ir a conciertos, bailar, tener una lista interminable de libros que leer y nadar en el mar. Lo jodido son otro tipo de pérdidas, esas que hacen de este mundo un lugar insoportable a veces, cuando pierdes la condición de hija y te conviertes en madre de tu madre hasta que te despides de ella . O cuando pierdes a una compañera del colegio cuando no toca. Aquí la vida habla, duele y te recuerda el paso del tiempo.
48 podría ser el número de tatuajes que llevo, pero es el número de años que cumplo hoy. Nuestros padres, a nuestra edad, tenían hijos, una segunda residencia y los veíamos como adultos muy mayores. Yo, sin embargo, vivo sola de alquiler, me miro al espejo, las líneas de expresión y las arrugas empiezan a llamarme de tú, vivo al día, o mejor dicho, sobrevivo económica y emocionalmente porque todo son pérdidas a esta jodida edad. Hablemos de gafas progresivas y del aumento de dioptrías. Poco entienden de gafas los que tanto hablaban estos días, cuando no saben que unas gafas progresivas cuestan lo mismo que el salario mínimo interprofesional, más o menos. No tengo caja fuerte en casa, pero las cuido como si fueran un miembro de mi familia. Hola, 48, más vale que nos llevemos bien desde ahora, mostrar resistencia sólo me puede tener consecuencias nefastas, así que abrazo al enemigo y lo asumo con naturalidad, me declaro de la liga antibotox, lo que ves es lo que hay. Soplaré velas y sólo deseo tener salud para seguir. La muerte existe y conforme cumples años el alma es mucho más sabia. Voy con todo.
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