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Opinión | Nos queda la palabra

Tranquibus

Nadie como los murcianos sufrimos el sinuoso camino del transporte público en cualquiera de nuestras ciudades y pueblos

Vean 'El 47'. Vivan la lucha de un barrio, digamos aquí pedanía, por su autobús. Disfruten junto al irredento conductor que se salió de su ruta vial y vital que le transportaba, como el resto, por la monotonía de su trabajo diario.

Contagiando de la aventura al resto de los pasajeros. Y, cuando divisaron el anhelado vehículo, llenando de emoción y lágrimas a los muy olvidados, por pobres y migrantes, vecinos del extrarradio.

No importa el spoiler. Ninguno de los que vivimos en la Región de Murcia nos creemos que, en cuestión de autobuses, la película acabe bien. Igual cabría decir del juicio de Novo Cartagho. Les desvele lo que les desvele, la expectación la mantendrán hasta el final porque nuestra incredulidad se sustenta en un largo rosario de promesas y compromisos incumplidos.

Nadie como los murcianos sufrimos el sinuoso camino del transporte público en cualquiera de nuestras ciudades y pueblos. Raquíticas frecuencias y ridículos horarios si hay suerte, pues en la mayor parte de las poblaciones brilla por su ausencia. Una sombra de lo que debería ser, pues no se antoja nada más prioritario que potenciar la comunicación de los núcleos urbanos para propiciar su desarrollo armónico, reducir la contaminación y aumentar la seguridad vial.

Claro que, ciertamente, antes debe haber una inquietud y, preferentemente, asociaciones de vecinos que, como la combativa que hizo posible el soterramiento del AVE en Murcia, planten cara a la ineptitud municipal y, por qué no decirlo, al amor incondicional al coche de todo hijo de vecino.

Aquí todos reclamamos poder ir en nuestro vehículo particular, si es solos mejor, y tener una plaza de aparcamiento debajo del reloj del ayuntamiento, con tendencia a retrasarse y retratarse a favor del tubo de escape y en contra del movimiento vecinal.

Así que podemos esperar sentados, por nosotros y por ellos, en cualquier parada del protagonista de este artículo se llame bus, tranvibus, tranvía y del color que le apetezca. Tranquibus, mejor. Eso sí, no hará falta fumar mientras desespera.

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