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Opinión | Pintando al fresco

Pregunten a los octogenarios

Aquí donde ustedes me ven, yo soy un octogenario. La procesión va por dentro, pero, por fuera, todavía doy el pego de un septuagenario, lo que, la verdad, tampoco es mucho decir. Para conseguir este aspecto exterior llevo un régimen de chapa y pintura muy estricto, y trato de estar al día en el máximo de temas que puedo abarcar. Me reúno y me rodeo de gente más joven que yo, y los observo, los escucho y les robo el máximo de ideas para poder tener al día el pensamiento activo. Dedico varias horas diarias a la lectura, escucho la radio, veo series y películas en la televisión, cuanto más modernas y más complicadas mejor, para no quedarme atrás en el discurrir de los tiempos. Y tengo amigos con los que mantengo largas conversaciones quienes, todos ellos, son más listos y más cultos que yo.

Este párrafo tan de confesión personal viene a cuento por lo que quería escribir aquí hoy sobre ciertas actitudes y discursos acerca del pasado más o menos reciente de este nuestro amado país, que se están dando en la actualidad. Porque lo que está claro es que a mí no me va a contar nadie lo que ha sido el devenir de nuestra historia en los largos años que ya han transcurrido desde que vine al mundo, es decir, que yo, de pequeño, viví los años cuarenta del siglo XX; de adolescente, los años cincuenta; de mozo, los años sesenta, en los setenta nacieron mis cuatro hijos, y así sucesivamente.

Así que, en síntesis, porque aquí no cabe el libro que podría escribir, les diré que los cuarenta fueron una porquería de años. Quitando a los militares, al clero, a los estraperlistas y a unos cuantos amos de cosas, el resto de la población de mi ciudad, y de este país, vivíamos en una pobreza que muchos tratábamos de que fuera digna, pero al fin y al cabo pobreza extrema. Calculo yo que los pobres seríamos el 90% de la población. En cuanto al ambiente que se respiraba, pues era una cosa más bien tirando a gris y a triste, a miedo. Muchos vivían todavía acojonados por si las autoridades se enteraban de que un primo segundo por parte de madre había sido de la UGT en la BAZAN, y otros esperaban noticias que no llegaban de un hermano que fue detenido en Teruel, o de otro que había huido a Orán en un pequeño barco pesquero saliendo de Águilas una noche de 1938. Los críos estábamos flacos y teníamos piojos que nuestras madres espulgaban, alguna gente sacaba las camas desmontadas a la calle para tratar de matar a las chinches que anidaban en los huecos de las maderas, hubo tifus, y si alguien se descuidaba con lo que decía sobre el Régimen, le enderezaban las ideas a guantazos, lo hiciera un vecino facha, o una autoridad pertinente.

La falta de libertad fue absoluta desde el principio y así continuó. Nos gobernaba una dictadura y aquí se hacía lo que mandaban los de arriba. Se prohibían libros, películas, obras de teatro, canciones, etc. Los homosexuales eran perseguidos y machacados a golpes. La prostitución se permitía siempre que estuviera reducida a unos barrios perfectamente identificados. También eran corrientes ‘las queridas’, mujeres que eran mantenidas por un hombre casado. Estos aspectos machistas como el puterío y las amantes previo pago por polvo se permitían porque al fin y al cabo ‘los hombres tienen sus necesidades’. La pena de muerte estaba vigente y se fusilaba o se les daba garrote vil a los condenados.

Y los años pasaron. En los setenta se murió Franco y este país comenzó a renacer de toda esa mugre y falta de libertad, aunque también hubo palos a manta por entonces en las manifestaciones, y algún fusilamiento de despedida del dictador. Muchos de los españoles que nacimos por aquellos años cuarenta fuimos encontrando un camino para mejorar nuestras vidas, cuestión esta bastante fácil, partiendo de donde partíamos, aunque, por supuesto, todo era bien distinto si habías nacido en un contexto de gente acomodada, y aun mejor si era afecta al Régimen.

Sé que los españoles somos difíciles de gobernar, como está quedando demostrado en estos días de polarizaciones extremas, pero, por favor, antes de reivindicar el franquismo, pregúntennos a los octogenarios nacidos en familias de gente sencilla.

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