Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Misa de doce

Memoria, herida e Historia

1936 2

1936 2 / Bárbara Sánchez Palomero

El pasado martes, gracias a la amable invitación de mi querido César Oliva, tuve la oportunidad de moderar una de las sesiones de Pensamiento a Escena celebrada en el fastuoso Salón de los Espejos del Teatro Romea de Murcia, por cierto, lleno hasta la bandera. Durante la misma dialogamos sobre Memoria, herida e historia tomando como referencia la obra de teatro 1936, un monumental retrato escénico de nuestra Guerra Civil, producida por el Centro Dramático Nacional y dirigida por Andrés Lima. Fue un conversatorio apasionado en el que participaron la socióloga Lola Frutos Balibrea, la psicoanalista y escritora Lola López Mondejar, siempre tan comprometida en la defensa de la justicia social, además de Alfonso Rodríguez Belmonte, catedrático de griego y figura clave en el ámbito educativo y cultural de nuestra región por su compromiso con las humanidades clásicas.

La charla contó con la participación activa de un público muy entusiasta y vehemente que expresó su punto de vista e interpeló a los integrantes de la mesa en varias ocasiones.

Han pasado 86 años desde el final de la Guerra Civil; casi un siglo de la mayor herida sufrida por nuestro país durante el siglo XX. Una herida que a día de hoy, casi cien años después, a mucha gente aún le cuesta reconocer y que ni mucho menos ha cicatrizado. Los muertos enterrados bajo las cunetas de nuestras carreteras aún se cuentan por miles y la herida continúa dramáticamente abierta, sangrando y, desgraciadamente, parece que a día de hoy, con más fuerza que nunca.

Reconocer la herida conjuntamente es clave para que, de una vez por todas, nuestra sociedad pueda exorcizar su viejos demonios y sane. La memoria no es algo exclusivamente que nos retrotraiga a tiempos pretéritos, al contrario. Nuestra memoria, nuestras heridas, interpelan al presente y determinan, y mucho, nuestro comportamiento y actual estructura social. Admitirlo nos hará madurar como sociedad y nos proveerá de herramientas que nos ayuden a no volver a repetir los errores del pasado.

Heredar la herida obviando su dolor nos hace resquebrajarnos como sociedad y alimenta la raíz de la cual brotan muchos de nuestros problemas actuales. En mi opinión, solo hay un camino para cerrar la herida, conocer la verdad. Relatos hay muchos y cada uno habrá construido el suyo en base a su experiencia y educación recibida, pero verdad solo hay una y corresponde a la historia reconstruirla aplicando sus métodos científicos.

La semana pasada tuve la suerte de disfrutar de la obra Escenas de la vida conyugal, obra maestra escrita por Bergman e interpretada por un prodigioso Ricardo Darín. Hablando de Darín, uno de mis actores fetiches, recuerdo con especial emoción su interpretación en Argentina, 1985 (Santiago Mitre), encarnando al fiscal Julio César Strassera, encargado de abrir la causa y llevar a juicio a las juntas militares tras el fin de la dictadura en 1983 en Argentina.

Dos años, solo dos años tardaron los argentinos en juzgar su pasado reciente. En cambio nosotros, medio siglo después , seguimos a la gresca por si tenemos que eliminar o no los vestigios y símbolos que aún quedan en nuestros pueblos y ciudades de la dictadura franquista.

Nuestra ‘transición’ fue un periodo modélico, elogiado en el resto del mundo, por haber conseguido transitar de la dictadura a la democracia sin derramamiento de sangre. Hubo cosas que en ese momento, tal vez por miedo, prudencia o por el llamado consenso, no se pudieron abordar; hoy, cincuenta años después, es hora de hacerlo.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents