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Opinión | Salud y rock 'n' roll

@la_unzu

Victoria

Venezuela, Italia, Abanilla, Murcia y Valencia conectadas, gracias a un torrezno, a una señora de 77 años divertidísima

L. O.

L. O.

Me gusta la gente, no lo puedo evitar. También me gustan las barras de bar, esas metálicas, de toda la vida. Hace unos días estuve en una de ellas, junto al Mercat Central, en Valencia. El bar Central, una barra en forma de L, llena de bandejas con pescaíto frito y ricas viandas, con cañas bien tiradas, y encima, buen tiempo, una amiga de la infancia y lo que tenga que venir por delante. Así empezaba un sábado imbatible.

Fue en cuestión de minutos; me quedé sola en la barra y una señora de unos 70 y tantos años me decía si los torreznos de mi plato estaban ricos. Le di a probar y la invité a compartir aquel manjar de los dioses conmigo. Se llama Victoria, una mujer que había vivido mucho y viajado más. Julio Romero de Torres pintó a su abuela. Vive en Jávea, el descanso de la guerrera que ha sido; ahora ayuda a sus hijos, cuida a sus nietos. Una mujer de este tiempo, divertida, feminista, que, gracias a unos torreznos, se había cruzado en nuestro camino. Al poco tiempo, un breve malestar a causa del calor hizo que una pareja de Abanilla, otra pareja, ella de Venezuela, él italiano, dos policías locales, Rocío y yo rodeáramos a Victoria, preocupados por su salud. Todo quedó en un susto sin más y la policía local acabó acompañándola a su casa. Unos minutos más tarde, un grupo de WhatsApp nos unió. «Lo que ha unido un torrezno», así se llama el grupo. Venezuela, Italia, Abanilla, Murcia y Valencia conectadas, gracias a un torrezno, a una señora de 77 años divertidísima con la que sigo manteniendo contacto; fue el arranque de un día intenso en Valencia. Luego no sé de qué me sorprendo cuando mis amigos dicen que conmigo pasan cosas divertidas.

Al poco tiempo de despedirnos de Victoria y que fuera escoltada por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de la ciudad de Valencia (¡y qué cuerpo!), el día siguió en una ostrería bebiendo cava junto a Venezuela e Italia. Victoria estaba bien, nos intercambiamos los teléfonos y, al rato, me mandó un mensaje diciéndome que se encontraba estupendamente fumando un pitillo en el salón de su casa y que estaba feliz de habernos conocido. Fumar un pitillo a los 77 años, después de una pájara al sol, como concepto al que aspiro en un futuro. Sin duda, esta supermujer hacía honor a su nombre; ella es una auténtica victoria de la vida.

Valencia, además de a Victoria, me dio momentos y frasazas que fui apuntando en mi bloc de notas del teléfono, mientras sonaba Manzanita o veíamos a Pumuky en el Atomic Art en Rambleta; la música cura. «La obra va pidiendo material», refiriéndonos a las relaciones de pareja o a las historias aisladas que te conectan con alguien; «Ninguna tierra te mantiene», hablando de negocios y lugares donde vivir. O, sin duda, la más real, «Nos interceptan los acontecimientos», y así era, todo el rato un no parar. Un fin de semana perfecto acabó en un paseo por La Malvarrosa y La Patacona y comiendo mirando al mar junto a una amiga de la infancia con la que no paré de reír.

Al volver a casa esta semana, he vuelto al mar. El Mediterráneo está mejor que nunca; hace mucho calor, demasiado; el agua refresca; nadar sola en una playa sin gente; tumbarme al sol; leer y pensarte ha sido mi gran victoria de esta semana. He tenido la suerte de disfrutar de uno de los mejores calderos que he probado en mi vida en un lugar único que guardaré en mi recuerdo. He bailado viendo a Calequi y las Panteras y a Carlos Ares, todo en la misma semana. Dos amigos muy queridos hoy son marido y mujer, han cerrado el círculo que un día empezó en Luis de Rosario; he bailado y celebrado su amor en una azotea. He dormido una hora más. He comprado flores y vinagrillos en el mercado. Me han llamado extraterrestre; no sé cómo tomármelo, aunque creo que es un cumplido. En dos semanas veré a Jero Romero y en una, cumpliré 48. Esto se acaba o empieza, o mejor, continúa, pero sin duda estar aquí y poder contarlo es una victoria. ¡Que vivan los novios! Y, recuerden, pase lo que pase:es mejor seguir.

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