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Opinión | El retrovisor

Un mundo de papel

Evocaré aquellos días de infancia tan distintos a los de hoy: absortos en dispositivos electrónicos

Charlton Heston en  un  cromo del álbum ‘Ben-Hur’, de Editorial Bruguera, 1960.

Charlton Heston en un cromo del álbum ‘Ben-Hur’, de Editorial Bruguera, 1960.

El verano, en Murcia, se prolonga en los primerizos y calurosos días otoñales de octubre. Será en la primera quincena de noviembre, superada la representación del Don Juan Tenorio en el Teatro Romea y la festividad de Todos los Santos, cuando comiencen las primeras ventoleras que nos traerán fríos y humedades.

Aunque la temperatura sea agradable, el cuerpo y la rutina comienzan a pedir recogimiento. Tras el verano, las editoriales son pródigas en el lanzamiento de fascículos de toda índole: casas de muñecas, cuberterías, coches para ensamblar, enciclopedias, decoración, etc. Colecciones que, en la mayoría de los casos, nunca se llegan a terminar.

Un gran interés suscitó en su día el coleccionable del diario La Opinión: Memoria Gráfica de Murcia: Las postales del ayer, dirigida y con textos de mi estimado don Adolfo Fernández Aguilar, entregas que, no sin esfuerzo, logré reunir en su totalidad, incluidas sus duras y trabajadas cubiertas.

El amplio mundo de los fascículos ofrece artilugios por piezas, auténticos juguetes para barbudos amantes del maquetismo, que dan lugar al encierro en el hogar, bajo el flexo, quizás buscando el aislamiento que les proporciona tan sublime afición.

Evocaré aquellos días de infancia tan distintos a los de hoy: absortos en dispositivos electrónicos. Por estas mismas fechas, los numerosos quioscos de entonces anunciaban a bombo y platillo los álbumes de cromos, fuente de ingresos para las editoriales que se especializaron en la edición y publicación de cromos, encerrados en sobrecitos que solían contener dos o tres estampas que recogían grandes éxitos de taquilla de algunas películas, así como temas tan variados como la fauna, futbolistas, automóviles, vidas ilustres o toreros.

Álbumes, a veces, patrocinados por marcas comerciales, cómo lo fueron los de Gallina Blanca en 1941 –los gallicromos, de enorme éxito– o marcas de chocolate como Nestlé, dónde se encontraban los cromos bajo su envoltura plateada.

Un gran aliciente colegial fue el intercambio de cromos con compañeros a la hora del recreo. Allí, se cambiaban los cromos repetidos por aquel otro ansiado que se nos negaba a aparecer por muchos sobres que se adquirieran; los cromos ‘repes’ llegaron a ser toda una carga que nos impedía culminar el álbum tan deseado.

En la venta de cromos de películas españolas, uno de los primeros grandes éxitos fue el alcanzado por la bilbaína Editorial Fher con la publicación, en 1955, de Marcelino, Pan y Vino, éxito que se vería acompañado años después por otras ediciones como ¿Dónde vas, Alfonso XII? o La gran familia, ‘remake’ en papel del éxito de la inolvidable película interpretada entre otros por Alberto Closas, José Isbert, José Luis López Vázquez y Amparo Soler Leal.

El Cid, Los diez mandamientos y Ben-Hur llenaron, en jornadas apoteósicas, el Cine Rex, teniendo como reflejo el éxito obtenido en sendos álbumes de cromos en 1959 y 1960. Rodrigo Díaz de Vivar, Moisés y Ben-Hur fueron, sin duda, los héroes más imitados por los críos de entonces, gracias a las plagas de Egipto y la espectacular carrera de cuadrigas, donde Judá Ben-Hur pone fin a la competencia del malvado Mesala, en cromos dobles esmaltados que tomaron vida en sendos y recordados álbumes.

Pollyana, Marisol en Un rayo de luz o Sissi, de Editorial Bruguera, editados en 1955, dieron su toque romántico a niñas que soñaban con ser princesas.

El callejón de Albuideteros, frente a las Congregaciones Marianas, cercanas al Teatro Romea, se colapsaba cada domingo en el otoño de 1965 debido al intercambio de cromos de Vida y color, un gran triunfo editorial que se promocionaba colegio a colegio: un lujoso álbum que podía suponer un apoyo al aprendizaje de las Ciencias Naturales y que tenía como mayor aliciente la anatomía del cuerpo humano.

Todo un mundo de papel que hizo soñar a los abuelos de hoy.

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