Opinión | Allegro Agitato
El perdón de Gesualdo
Gesualdo fue un adelantado a su época, en la que su música parecía extravagante y difícil de cantar. No componía por necesidad, sino por su propio placer o por su deseo de absolución

'Il Perdono di Gesualdo', de Giovanni Balducci (1609), en la Iglesia de Santa Maria delle Grazie, Gesualdo. / William Chadoin
El 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, que tiene como objetivos concienciar a la población sobre este grave problema social y movilizar recursos para atenderla adecuadamente. No quiero alimentar clichés que asocian alteraciones mentales y creatividad artística, al menos con ciertas rarezas, pero a través del tiempo encontramos músicos que han padecido todo tipo de trastornos. Uno de los casos más conocidos fue el de un noble italiano que a finales del siglo XVI cometió un horrible asesinato y murió perseguido por sus fantasmas.
Carlo Gesualdo nació en 1566 en Venosa, perteneciente a Nápoles y a la corona de España. Fallecida su madre, fue enviado a Roma con siete años para que emprendiera la carrera eclesiástica, a petición de su tío, canonizado después como San Carlos Borromeo. Allí tuvo la protección de otro tío suyo, Alfonso, que fue después decano del Colegio de Cardenales. Cuando su hermano mayor falleció, Gesualdo heredó los derechos dinásticos y dejó la Iglesia. Atraído por la música, aprendió en la academia, lugar de encuentro, discusión y creación de artistas y filósofos, fundada por su padre. En 1586 se casó con su prima, María de Ávalos, una mujer de extraordinaria belleza para quien, a pesar de contar sólo con 24 años, cuatro más que Carlo, este era su tercer matrimonio. En el palacio de Nápoles, donde habitaban, nació un año después su hijo Emanuele.
Pero María comenzó una relación con Fabrizio Carafa, duque de Andria. Los rumores llegaron a oídos de Gesualdo, que en 1590 planeó su venganza. Se escondió en una de las estancias del palacio para simular su ausencia y, de madrugada, acompañado por sirvientes armados con espadas y arcabuces, sorprendió a los dos amantes en el lecho, que fueron salvajemente asesinados y mutilados. Gesualdo incluso regresó a la habitación para rematar a su mujer.
A continuación, se presentó ante el virrey de Nápoles. Su pertenencia a la nobleza napolitana y las costumbres de entonces permitieron que fuera absuelto sin llegar a comparecer ante la justicia. Sin embargo, el virrey le recomendó que dejara Nápoles para huir de las represalias de las familias Ávalos y Carafa. El doble asesinato tuvo enorme repercusión en toda Italia y poetas como Torquato Tasso cantaron esta trágica historia.
Carlo se refugió en el castillo que poseía en el pueblo de Gesualdo. Un año después murió su padre y se convirtió en príncipe de Venosa. Volvió la calma y en 1594 contrajo matrimonio con Leonor de Este, motivo por el que Gesualdo se trasladó a Ferrara, sede de la corte de esta familia, un importante centro de actividad musical, especialmente del madrigal. En 1595 regresó a Gesualdo y contrató a un grupo de músicos para que le acompañaran permanentemente e interpretaran su música.
Pronto comenzaron los problemas conyugales. Leonor le acusó de maltrato y su familia intentó obtener el divorcio, a lo que se unió la muerte en 1600 de Alfonsino, el hijo de la pareja, en la que se rumoreó que Gesualdo había tenido participación. Sus problemas mentales se agudizaron. Rara vez salía de su castillo, dedicado por completo a la música, mientras que Leonor se trasladaba frecuentemente a Modena con su hermano.
Motivos sobrados tenía para intentar limpiar su culpa y en estas circunstancias encargó a Giovanni Balducci un cuadro de grandes dimensiones, ll Perdono di Gesualdo, para una iglesia local, en el que pecado y arrepentimiento están presentes. Balducci pintó a Gesualdo en un lateral, arropado por su tío Carlo Borromeo, y en el lado opuesto a Leonor, aislada, como en su matrimonio, flanqueando el alma de Alfonsino. Abajo, entre las llamas del infierno, situó a María de Ávalos y a su amante, a los que Gesualdo nunca perdonó. Pocos años después, Gesualdo publicó sus Responsos de Tinieblas, la única colección que firmó con su nombre y títulos durante su vida, para ser interpretados delante del cuadro.
Este perdón no fue suficiente para Carlo Gesualdo, que era azotado diariamente por sus sirvientes para aplacar a sus demonios y que vivió atormentado el resto de sus días. El final se precipitó en 1613 al fallecer su hijo Emanuele tras caer de un caballo. Gesualdo fue hallado muerto y desnudo cuando llevaba dieciocho días recluido en una cámara del castillo. Murió, con total seguridad, torturado por su enorme sentimiento de culpa; accidentalmente, por alguno de los jóvenes que lo flagelaban, o porque decidió quitarse la vida con su propia mano.
Gesualdo fue un adelantado a su época, en la que su música parecía extravagante y difícil de cantar. No componía por necesidad, sino por su propio placer o por su deseo de absolución. La mayor parte de sus obras, como sus colecciones de madrigales, fueron publicadas de forma anónima. Sus giros armónicos, su uso del cromatismo y la modulación entre tonalidades lejanas no se volverían a escuchar hasta muy avanzado el siglo XIX.
La historia de Carlo Gesualdo fue rescatada en el siglo XX por importantes autores como Igor Stravinski, Salvatore Sciarrino, quien le ha dedicado más de una ópera, e incluso por el director de cine Werner Herzog con un documental. Paradojas del destino, Francesco de Ávalos, descendiente del linaje de los Avalos, escribió la ópera Maria di Venosa en 1992, proporcionando a su antepasada el perdón que nunca le concedió Gesualdo.
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