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Opinión | NOTICIAS DEL ANTROPOCENO

El tercer idioma global

El inglés seguirá dominando el lenguaje de la ciencia, pero el español se erige cada vez más como el lenguaje de la sensualidad

Un español puede estar orgulloso al contemplar el legado que representa la lengua de Cervantes en el continente americano. Por eso, en los últimos años hemos visto con pena cómo millones de hispanohablantes se han desplazado a su vecino del Norte, Estados Unidos, en busca de un mejor futuro, perdiendo el español por el camino. Desgraciadamente, el imperio español, exitoso por muchos conceptos, instituyó un modelo extractivo de economía basada en mano de obra esclava para trabajar en el campo y explotar las riquezas mineras. Ya sabemos que la auténtica riqueza acumulativa se basa en el comercio y en la innovación tecnológica, los dos rasgos que definieron, para su fortuna y la de sus colonias, al imperio británico.

Por esa razón, los hispanohablantes emigrados a Estados Unidos lo hacen por necesidad y con un estatus subalterno. La integración con el grupo mayoritario y su cultura dominante es el objetivo de cualquier inmigrante económico, al menos en la segunda generación. Siendo realista, no hay apenas hispanos de tercera generación que hablen un español decente con cierta fluidez. Esperar lo contrario sería suponer que un padre no quisiera lo mejor para sus hijos, o un abuelo para sus nietos.

Pero no todo está perdido. En su rescate ha venido un inesperado aliado del español: la música latina. La música que preferentemente hace bailar al más estirado de nuestros coetáneos tiene su base en los ritmos afrohispanos de las islas caribeñas, y en concreto Puerto Rico, que cada vez parece más (con su mezcla de amor y odio hacia la cultura anglosajona) como un caballo de Troya del idioma español.

El español se asocia así con la buena vida, la fiesta y —por qué no— la sexualidad. La vida loca —Ricky Martin dixit— es la promesa que el conocimiento del español introduce en las aburridas vidas de los jóvenes de otras culturas. El inglés seguirá dominando el lenguaje de la ciencia, pero el español se erige cada vez más como el lenguaje de la sensualidad. Hay que ser realista, cierto, pero es legítimo soñar en este punto con un mundo en el que el español sea la segunda lengua dominante de los países anglosajones y la tercera en el resto del mundo.

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