Opinión | Mamá está que se sale
Huérfanos de la izquierda
Como si no hubiera cosas por la que luchar
Cuando Martin Luther King pronunció aquel célebre "I have a dream", ilusionó al mundo entero con su sueño. Hizo sentir a todos como soñadores, partícipes como él, de ese anhelo de igualdad racial en su país, de justicia y de ideales sociales superiores. Era el sueño de dignidad de los negros -que merecían ser juzgados por sus actos y no por su piel-, y también el sueño de la dignidad de todos, negros y blancos, que aspiraban a una sociedad con menos violencia y más justicia. Un sueño, sí. Impensable, casi. Pero su persona, su coherencia y su fe hicieron que ese sueño, ¡sin dejar de serlo!, empezase a tomar cuerpo.
Esos mismos años, pero en el Berlín de la Guerra Fría, Kennedy se dirigió a todos los berlineses, en alemán, diciendo «Ich bin ein Berlinen» ("Yo soy un berlinés"), como una forma de atestiguar que cualquier ciudadano, de cualquier lugar, era también un berlinés: un hombre libre, frente al Muro de aquella vergüenza que era el comunismo. Todavía había quien creía en las bondades de los bolcheviques, cuando aquel presidente americano se plantó allí para enseñar al mundo el fracaso comunista. La libertad no se encierra tras un muro.
Históricamente, casi todos los avances sociales han sido ideados y enarbolados por la izquierda. Algunas veces con verdaderas ridiculeces, es verdad, y que gracias a Dios no han prosperado. Pero ¿de dónde, si no, ha salido el voto femenino, la igualdad de clases, los derechos laborales que dan lugar a pensiones, o a la estabilidad en los trabajos? De las mentes de la izquierda.
Claro que cada uno de esos avances ha ido precedido de sesudos análisis y de compromisos políticos sostenidos por intelectuales que han puesto sus nobles corazones y sus mentes brillantes al servicio del bien común.
Pero en esta izquierda que tenemos, se ha perdido el pulso moral e intelectual. Tan torpes son, que hasta sus propios logros son ahora enarbolados, y a mucha honra, por la derecha. Fueron ideas inicialmente izquierdosas, pero tan buenas, que son patrimonio de todos. Ya lo decía Umbral: cuando fue la derecha de Aznar la que erradicó la mili, le había colado un gol a la izquierda. Un golazo.
Y así nos encontramos, huérfanos de izquierdas. Huérfanos de mentes que equilibren la balanza. Porque, mientras tanto, el personaje (no lo digo despectivamente) más influyente hoy en día, es un hombre de negocios mitad payaso, mitad pirado, que sólo tiene interés en resolver problemas porque le va el dinero en ello.
No tenemos quien piense en cómo resolver la escasez de viviendas accesibles para los jóvenes. Nadie sabe cómo hacer crecer los salarios, o al menos el poder adquisitivo, para hacer frente a la subida del coste de la vida. O la inmigración, que es uno de los problemas actuales transversales. Y no hay quien dé con la tecla.
Frente a todos los problemas que tenemos, lo mejor que se le ha ocurrido a la izquierda de estos tiempos ha sido montarse en un barquito de papel, rumbo a Gaza.
Ellos bobos desorientados.
Nosotros huérfanos.
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