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Opinión | La balanza inmóvil

Florituras

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. / Leon Neal /PA Wire/DPA

Ya no se estila ni usar jazmines en el ojal, ni expresiones con todo tipo de detalles para embellecer un relato. Hubo una época en que había oradores de campanilla.

Desde Pericles o Aristóteles, pasando por Santo Tomás de Aquino, Luther King, Nelson Mandela o Gandhi, hasta los españoles Castelar o Azaña, a los que daba gusto oírlos, pues convencían, aunque no se comulgara con sus ideas. Hoy día, dicen que lo que se escucha en el Congreso de los Diputados/as/es de España no son más que faltas de respeto, cuando no es un insulto, un vacile mal intencionado, o una risa desproporcionada e inoportuna, que solo esconde la imposibilidad de contestar y la inseguridad de su autor. Los trapos sucios de cada casa salen a la luz: si te has hecho fotos con un narco, que si tu suegro tenía burdeles, y tú has vivido de ellos siendo tu mujer la administradora...Y mientras tanto, nada de claridad en los temas importantes, y por supuesto nada de solucionar los problemas que interesan y acucian al país, como es la cesta de la compra, el abuso de los precios de la vivienda, el desproporcionado IVA que favorece el dinero oculto, y lo que pagan los autónomos, a los que encima ahora se les pretendía subir sus aportaciones a la caja pública de los españoles, ahogándolos hasta más allá de lo posible. No me extraña que hayan tenido que dar marcha atrás. Hacienda está encima de todo y de todos, aunque no parezca, por ahora, que se enterara mucho de lo de Cerdán, Montoro, Ábalos y Koldo.

No estamos para florituras en este país llamado España gobernado por quien perdiendo las elecciones lo hace (o lo intenta) con los antiespañoles. Paradojas de la vida. Claro que, si en EE UU manda el narcisista Trump (mejorando lo presente), Milei en Argentina, Netanyahu en Israel, Putin en Rusia, Maduro en Venezuela… quien no se consuela es porque no quiere. Y tampoco está la justicia para florituras, pues su endémico atraso es muy preocupante, máxime si no se le da solución año tras año, pues a pesar de las reformas legales, si no hay dinero no hay nada que hacer. Por eso, los jueces cada vez menos tratan de lucirse en sus resoluciones, por falta de tiempo y por innecesario. Aquellas frases, alguna vez usadas en sentencias, ya han pasado a la historia, afortunadamente. Solamente citaré tres muy significativas: "evento pirético" para referirse a un delito de incendio, "déficit cronológico" en lugar de prescripción de la acción, o "so capa mendaz" para justificar una conducta. Mejor, pues, que no haya tiempo para florituras y adornos aparatosos. Si además en un futuro -espero que no muy lejano- se consigue que se suprima el "corta y pega" (ya que no por larga una sentencia es mejor) va a ser una maravilla leer las resoluciones judiciales, sobre todo si son claras e ilustrativas. "Piano a piano, pero con dinero en la mano" -aunque no haya ni presupuestos aprobados por esas Cortes ninguneadas-, si se quiere acelerar el funcionamiento de la justicia, para no hacer actual la vetusta maldición de que "tengas pleitos y los ganes". Celeridad más que necesaria y exigible, sobre todo, si se trata de cuestiones de familia, de víctimas desprotegidas o de personas con vulnerabilidad manifiesta. En estos casos, las florituras están de más, como también lo están las leyes y decisiones erróneas, que con la buena intención de proteger a la mujer lo que han hecho es desprotegerla ("solo sí es sí" y fallo en las pulseras). Como diría el sabio oriolano Caralampio, de tejas para arriba gatos y metafísica, pero de tejas para abajo billetes. Menos elucubraciones, menos politiqueo, menos postureo, y más inyecciones de billetes (mejor si son chistorras que soles, lechugas y folios, a ser posible) si se quiere de verdad que no haya atrasos en los juzgados y tribunales. Pero mucho me temo que eso no será posible. Aunque no pierdo la esperanza, porque si después del inicio de los problemas entre palestinos e israelitas allá por la década de 1940, se ha puesto fin (aparentemente y ojalá que de forma definitiva) a esa contienda, curiosamente con la intervención de la persona menos diplomática del mundo como es Trump, por qué no va a suceder que la justicia en este país funcione con la rapidez que el ciudadano exige, porque tiene derecho a ello, sobre todo si paga sus impuestos, que no son para abonar billetes de avión a particulares, o a políticos para viajes de placer con la familia, sino para que los servicios públicos funcionen eficazmente, empezando por la justicia retributiva.

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