Opinión | Pan para hoy
La cofradía de los inútiles
A menudo bromeo con una buena amiga que no tiene el carné. «Veintidós añicos tiene la criatura», le digo con poco gusto cuando hay un tercero de por medio. «Estoy en ello», se defiende. Tampoco estoy para dar lecciones.
Yo me quité la ‘L’ hace tiempo, después de lo deseado. Una terrible falta de habilidad, que he sabido suplir muy más o menos, se interpuso en mi camino. El teórico, por los pelos; algún aborto en el práctico. Una vez leí por ahí que, a partir de cierto número de exámenes, deberías llevar una marca especial. Yo, como fracasado redimido, creo que es una buena medida. Quiero decir, si llevas seis o siete tiros al palo… Casi mejor voy haciéndome a la idea de que te cuesta ver el ceda el paso que te acabas de comer, excusándote con una cara de «je, je, me has pillado» y la palma de tu mano parando la lluvia de tacos que intuyes al otro lado del cristal.
Recuerdo mis primeras prácticas, con el coche ahogado por el calor de Murcia en julio y mi prisa por soltar el embrague. No se nos permitía —tampoco lo toleraba mi nivel de concentración— poner música ninguna. De vez en cuando, muy de vez en cuando, conduzco en silencio, aunque a todos los azogados nos tira más el ruido. Tú ponme una lista de reproducción de Los Chichos y échame kilómetros. La era del casete me pilla un poco lejos, pero detesto la imposibilidad de escuchar CD en los coches modernos. En medio de la sociedad líquida, el compacto es una metáfora de aceptación de los designios providenciales.
La noche de Reyes del 2015, sus majestades, a petición de mi prima Dolores Galindo, me trajeron Huyendo conmigo de mí, por aquel entonces lo último de Fito. Aquella sinfonía me acompañó bastantes años, pasando del lector de CD del salón al coche de mi padre cada vez que me daba la gana. Yo, que no sé nada de música, entiendo que un disco debe tejerse con una intención, sin canciones aleatorias. En eso, lo analógico es imbatible, porque ni siquiera existe la tentación de ponerte lo que se te pasa por la cabeza. Con aquel disco di mis primeros besitos automovilísticos a otros vehículos inmóviles. Me hice experto en dejar notas con mi número de teléfono aquel verano del 2022. Supongo que hoy aprobaría sin mayor complicación, aunque creo que debería (deberíamos) ser estigmatizados por nuestras faltas pasadas con una gran ‘L’ para inútiles.
Los puntos los tengo todos, aunque he de estar atento, porque a mi abuela hace años que no se le puede quitar ninguno. Igual se los pido a mi amiga allá por 2062.
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