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Opinión | El que avisa no es traidor

Los estragos del señor alemán

Maqueta mostrada durante la presentación de Novo Carthago

Maqueta mostrada durante la presentación de Novo Carthago

Llega un momento de la vida en que cada una o uno le va cogiendo pánico a los pequeños despistes, los olvidos que antes no tenían ninguna importancia... a los fallos de memoria. La edad provecta, que se dice, tiene esas cosas. El fantasma del señor alemán del chiste aparece y desaparece, no necesariamente de noche, como una amenaza latente que no se sabe si alguna vez llegará a concretarse. Muchos y muchas –probablemente los ‘muches’ aún no están en edad de que les preocupen estas cosas– inician el tedioso peregrinaje: al médico de familia, al neurólogo, quizá al psicólogo, o al loquero, directamente.

No son cosas a tomar a broma. Aunque en la mayoría de los casos esas visitas médicas quedan en nada, menos mal, no por eso están fuera del espectro de preocupaciones generales, una vez que se ha llegado a donde se ha llegado tirando tacos de calendario.

Por eso choca la indiferencia con que algunos personajes se toman estas cosas. No a broma, que cuando afloran es porque tienen verdaderas razón de ser. Pero las estadísticas enseñan que hay una incidencia muy alarmante entre determinados políticos, ejercientes o jubilados, de posibles casos de ataques directos del alemán Alzheimer. Sobre todo si están incursos en procesos judiciales de esos que examinan supuestos asuntos de malversación, tráfico de influencias, acuerdos irregulares con funcionarios, cohechos. Esos que quedan bajo el inexacto paraguas de la llamada corrupción. Casi siempre con billetes por medio. Y eso es lo que llama la atención. Con la materialidad innegable y tan atractiva que tienen esos papelitos, resulta que al cabo de un tiempo nadie se acuerda ni de haberlos visto, ni haber oído hablar de ellos, no digamos ya de haberlos tocado.

Resulta que cada sesión judicial que se desarrolla por esos asuntos –me remito mismamente a las que se celebran sobre el malhadado asunto de Novo Carthago–, nadie reconoce recordar nada ni haber hablado con persona alguna, de las que se sientan en el banquillo o de las que no, pero que cualquier hijo de vecino colegiría que alguna relación con el tema en cuestión tendría.

Así pasa, como pasó con ocasión de la presencia de la ex alcaldesa de Cartagena, Pilar Barreiro –exculpada o sobreseída, vaya usted a saber, por el Supremo– en la sede judicial donde se está viendo la continuación corregida y aumentada del primer caso de urbanismo a la carta a mayor gloria de la santa virgen del ladrillo y de los santos mártires del hormigón. O con uno de los concejales de Turismo y Urbanismo que tuvo, José Fidel Saura. Es decir, con aquella trapacería de Lo Poyo devenida Novo Carthago, causa de regocijo y celebración de casi todos los prebostes políticos y financieros que tenían algo que decir en la Región de la época: véase retrospectivamente la famosa foto de la puesta de largo y presentación en sociedad del proyecto en el gran hotel de La Manga Club.

Doña Pilar y Don José Fidel repitieron el patrón. Manifestaron como testigos, con obligación de decir la verdad, que no se acordaban de nada. Resulta que no les queda ni memoria –como al del Mercedes blanco que llegó a la feria del ganado– de un proyecto superestratégico para el municipio que ella dirigía y él fue pieza importante y que contaba con todas las bendiciones y parabienes del consejero de Medio Ambiente, Antonio Cerdá, y de su corte funcionarial que también está siendo juzgada, del factótum Joaquín Bascuñana, así como, es de imaginar, del mandamás Valcárcel, su camarilla y unos cuantos banqueros locales financiadores locales y foráneos.

Seguro que estos últimos tampoco recuerdan para nada haber hablado entre ellos del asunto en ningún momento ni situación. ¡Pues no debían tener ellos cosas importantes de que ocuparse y no esas nimiedades! Los ataques del señor alemán que parecen ser epidemia, ya digo. Habrá que pedir a la eficiente Consejería de Sanidad una urgente vacunación masiva, porque se acercan unos pocos procesos similares al de Novo Carthago.

Y Herr Alzheimer amenaza con hacer estragos.

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