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Opinión | Cartagena D. F.

Llueve sobre mojado

¡Qué hartos estamos de proyectos que solo quedan en estudios preliminares, en modificaciones de la idea inicial, en bamboleos de posibles ubicaciones donde acabamos por no ubicar nada!

Iba a encabezar la columna de hoy con el título ‘Guerra sin cuartel’, sin afán de trivializar sobre el conflicto entre Israel y Palestina, donde parece que se empiezan a dar pasos hacia la paz. No. Bastante poco podemos hacer desde aquí por frenar esa contienda, más allá de mostrar nuestra solidaridad con las víctimas inocentes y reclamar que se respeten los derechos humanos. No es que no sea nuestro problema, especialmente, en un mundo cada vez más globalizado, pero nos queda tan lejos geográficamente y, sobre todo, en nuestra capacidad de influencia, que debemos centrar nuestros esfuerzos en asuntos más domésticos y cercanos, en los que pesan mucho más nuestras actuaciones y decisiones.

Como digo, me he decantado por cambiar el título por razones obvias, que no son otras que la dana que nos tiene en vilo. Espero que las trombas de agua que han arreciado no les hayan ocasionado grandes disgustos. Este sábado escampa el temporal, aunque, independientemente de sus creencias y tendencias respecto al cambio climático, parece que nos tenemos que acostumbrar más a menudo al rojo en las alertas meteorológicas. No quiero confundirles, porque si me he decidido por animarles a leer este artículo con el encabezamiento de ‘Llueve sobre mojado’ no lo hago en el sentido literal de la expresión, sino más bien basándome en el significado de tan manida frase hecha.

Nuestros gobernantes y representantes políticos han convertido sus discursos en una especie de sermones cargados de frases recurrentes y ocurrencias más o menos acertadas, pertinentes y hasta graciosas, que nos invitan a que hagamos actos de fe. Sus mensajes son tan contradictorios, independienteme de la cuestión que se aborda, que cuesta discernir sobre la realidad de los hechos, por muy abiertos que tengamos los ojos, los oídos y la mente. Mientras unos sostienen la verdad verdadera, otros niegan la máxima y manifiestan lo opuesto. No hay lugar para interpretaciones, solo la posibilidad de una elección personal entre el sí o el no que nos ponen sobre la mesa, sin término miedo. Si unos dicen A, otros dicen B. Si unos lo ven muy negro, otros completamente inmaculado. Si no estás conmigo, estás contra mí. Claro que debemos crearnos nuestra propia opinión y tratar de discernir quién nos trata de engañar. Lo que ocurre es que nuestro acceso a la realidad, a documentos y escritos de todo tipo es limitado y muchas veces hemos de conformarnos casi exclusivamente con el color con el que nos dibujan el devenir de los hechos como única herramienta de juicio, lo que nos conduce por el farragoso camino de un total escepticismo.

Seguro que ustedes mismos serían capaces de poner múltiples ejemplos al respecto. Que si los trenes que ni van ni vienen, pero que vendrán, o eso esperamos. Que si los CATES y los CETIS con una inmigración que es buena o mala según nos convenga en las urnas. Que si una ciudad de la Justicia que ya empieza a ser de la injusticia. O como decíamos la semana pasada, que si un submarino que convertiremos en un museo flotante de referencia, pero que lleva dos décadas en dique seco... Son tantas las cosas que perdemos en discusiones y debates infructuosos, donde lo más importantes es confrontar al otro que unirse para el beneficio de todos, que solo queda culpabilizarnos a todos, nosotros los primeros, por consentir tanto retraso en tantas y tantos servicios e infraestructuras que ya disfrutan en numerosos rincones de nuestro país que, tal vez, tengan menos población, pero mucho más peso donde se deciden las cosas.

El turno de la trifulca esta semana ha sido para el futuro cuartel de la Guardia Civil. Permítanme un inciso. ¡Qué hartos estamos los cartageneros de que nos hablen de futuro para torearnos en el presente! ¡Qué hartos estamos de proyectos que solo quedan en estudios preliminares, en modificaciones de la idea inicial, en bamboleos de posibles ubicaciones donde acabamos por no ubicar nada! ¡Qué hartos estamos de plazos y promesas incumplidas! ¡Qué hartos de esperar el tren de la modernidad, del siglo XXI! Y eso sí que no es ninguna metáfora. O sí.

Lo dicho, que esta vez le ha tocado a la Benemérita y a su acuartelamiento, o más bien, a la ausencia de él. Para unos, ni está ni se le espera, porque el Ministerio no contempla la necesidad imperiosa ni urgente de construirlo. Total, si los agentes pueden seguir en el limbo de destinos provisionales repartidos por la zona. Los otros, salen al paso y sostienen que cómo que no es una urgencia, lo que ocurre es que no les queremos entender, pero claro que el Gobierno quiere dotar a los guardias civiles del mejor de los cuarteles a la mayor brevedad posible. Por supuesto, ambos se acusan de mentir y manipular a los ciudadanos, que nos conformamos con contemplar el juego como si de una final de tenis se tratara, donde los dos se llevan trofeos, ante un respetable entregado al espectáculo y al entretenimiento. Por si fuera poco, ya se vislumbra incluso la posibilidad de edificarlo en unos terrenos distintos a donde se encontraba el que derribaron hace dos años. Y ya saben ustedes que cuando empezamos a jugar a la oca para ver el lugar donde nos toca, solo conlleva retrasos. Aunque, sinceramente, tampoco me disgustaría que se llevaran el cuartel a otro emplazamiento y aprovecháramos la oportunidad para la expansión de Los Juncos y disponer de un gran parque en pleno Ensanche de Cartagena. Eso sí, con una placa que nos recuerde que aquel lugar fue escenario de un atentado de ETA hace 35 años, para que nunca olvidemos hasta dónde nos pueden llevar los enfrentamientos.

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