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Opinión | de dioses y de hombres

Profesor y artista plástico

La ciudad de las damas

Christine de Pisan pronuncia una conferencia a un grupo de hombres.

Christine de Pisan pronuncia una conferencia a un grupo de hombres. / L.O.

No siempre las personas más recordadas y estudiadas, en nuestra sociedad actual, han sido las más decisivas en siglos precedentes. La Historia, su escritura y análisis posterior, siempre en constante revisión y reinterpretación, ha encumbrado a determinados artistas, intelectuales y nombres destacados del saber hasta hacerlos cercanos al gran público por las más variopintas y extrañas razones. Sin embargo, hay una extensa lista de grandes personajes, interesantísimos desde muchos puntos de vista, que, aunque no olvidados, son poco conocidos y celebrados.

Ya en la Baja Edad Media se produjeron cambios esenciales en la historia de Occidente. El auge comercial, el nacimiento de la burguesía y el gran desarrollo tecnológico fueron algunos de esos avances. El paulatino nacimiento de lo que después se daría en llamar Humanismo fue la maravillosa eclosión de un amor por el saber; de siglos de arte y conocimiento, latente y silencioso. También fue una maravillosa invención el posterior Mundo Renacentista: una época en la que los hombres, de los siglos XV y XVI, dibujarían un mundo nuevo tratando de recrear el escenario de griegos y romanos.

En esa transición entre el viejo pensamiento medieval y el fulgurante -y elitista- mundo humanista, vio la luz, en 1364, una mujer extraordinaria como la ciudad en la que nació: Venecia. Una mujer que fue educada con esmero por su padre, profesor, en la célebre universidad de Bolonia. Una intelectual que desafió a su tiempo y a sus pensamientos más torpes, desde la lucidez, la cultura y la profundidad de sus estudios: Christine de Pisan.

La vida de Pisan ofrece una inagotable fuente de interés para comprender otros aspectos- menos recordados- de finales de la Edad Media. Vida que parece hecha para iluminar, con sus revolucionarias ideas, a las mujeres de siglos posteriores en su lucha por la dignidad y la igualdad. El padre de la escritora aceptó la invitación de rey francés Carlos V para residir en su corte como astrólogo, alquimista y médico. Esta circunstancia facilitó el acceso de la joven a la biblioteca real- una de las más famosas de Europa- y a los textos del Renacimiento temprano. Casó a los quince años, enviudó a los veinticinco y fue madre de tres hijos. Esta circunstancia hizo que Pisan, acuciada por las necesidades económicas, se empezara a dedicar, profesionalmente, a la escritura: convirtiéndose en la primera mujer de Europa que vivió de su obra.

Pisan fue una mujer inteligente de la Alta Sociedad gala que vivió en un mundo diseñado por hombres y lleno de ideas misóginas muy comunes y extendidas entre la intelectualidad del momento. El Roman de la Roce, con sus veintidós mil versos octosílabos, fue muy popular en la época, lo que hoy llamaríamos un ‘best-seller’. En éste aparecen, de forma reiterada, ideas llenas de desprecio hacia las mujeres, especialmente, en su segunda parte. Nuestra escritora desmontará esas tesis desde la cultura y la palabra, con un trabajo portentoso y constante. Entre sus muchas obras escritas (no olvidemos que cultivó numerosos géneros y que, también, se la considera poeta y filósofa), destaca La ciudad de las damas, escrita en 1405. Obra icónica de finales del Medievo, a través de la misma trató de desmontar la misoginia latente en El Roman de la Roce. La autora defendió, vehementemente, la capacidad intelectual de las mujeres y su derecho a acceder tanto a la universidad como a la política. La ciudad de las Damas está dividida en tres partes y la urbe está gobernada por tres damas: Razón, Rectitud y Justicia. El texto es un espacio alegórico que remarca la sabiduría y autonomía femeninas. Las tres figuras, anteriormente citadas, encomiendan la construcción simbólica de una ciudad fortificada donde las mujeres serán protegidas y reconocidas, no por su nacimiento sino por sus méritos. La autora, gran conocedora del latín, escribió en el francés de la época con la intención de que un público amplio pudiera leer sus textos. Fue también una de las primeras mujeres en hablar en un debate público sobre la capacidad intelectual de la mujer; algo reservado, hasta entonces, sólo a los varones, aunque fuera para hablar -bien o mal- de éstas. Su repercusión en lo que después se ha conocido como la querella de las mujeres ha sido fundamental y se dilató en el tiempo desde el siglo de la escritora hasta la mismísima Revolución Francesa.

En estos tiempos banales en los que vivimos y en los que se trata de desprestigiar con el insulto y la agresividad constantes, volvamos la mirada al ejemplo de esta mujer admirable. Una intelectual que fue capaz de volar alto, con toda elegancia, por encima de la estupidez y la sinrazón de su época.

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