Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | La balanza inmóvil

Tomar por tonto

Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / L. O.

Cuando te toman por tonto, lo mejor es mandar a tomar por… listo, a quien lo hace. Y es que mi asertividad está incólume. Mi capacidad para expresar sentimientos y creencias propias de manera respetuosa pero firme, cada vez se amplía más. Solo la experiencia de los años te facilita esa labor. No te crees ya más que lo imprescindible y, desde luego, desechas lo infumable. No me molesta que me tomen por tonto, lo que me molesta es que ellos saben que es mentira lo que están diciendo, y, sin embargo, mantienen la postura, con la única finalidad de que alguien caiga en sus mentiras, ya sea por ignorancia, por disonancia cognoscitiva, porque le conviene creérselo o simplemente por estupidez.

Toda esta indignación viene a cuento de que los mossos han afirmado que no detuvieron a Puigdemont para evitar desórdenes. O sea, que ya no fue porque un semáforo se puso en rojo y se les escapó alguien que estando reclamado por la Justicia, que anunció que iba a ir a Barcelona a dar un mitin, que llega el día de antes, duerme allí y al día siguiente, tras pasearse por la calle, se presenta en una tarima, con micrófono, banderas y fieles, y nadie lo detiene ni esa noche, ni ese día, ni nunca. Su abogado se lo lleva de la tarima cogiéndole del brazo, lo monta en un coche y se lo lleva fuera de España. Los mossos dicen que han cerrado las salidas y se les escapa. No quiero pensar que tengan que frenar una asonada, una revuelta, un ataque a personas o a propiedades privadas, o simplemente a controlar a los exaltados de un equipo de fútbol. En esos casos supongo que también les cogerá un semáforo en rojo y no harán nada, y así se evitan desórdenes públicos. Si esta es la seguridad que nos ofrecen las fuerzas de seguridad, mejor no confiar en ellas. Pero no, eso no es así, porque conozco perfectamente a las mismas, y ni son cobardes, ni se amilanan ante un desorden público, ni son incompetentes. Por tanto, la única explicación para lo sucedido en Barcelona con el prófugo independentista es que hubieran recibido órdenes de no actuar. O, si no había esas órdenes, seguro que no habría refuerzos, dando a entender que mejor no meterse en líos políticos, pues era conveniente que el prófugo huyera nuevamente, demostrando así que lo que diga un juez no importa. El jefe de la Comisaria General de Información de mossos declaró la semana pasada ante la jueza de Barcelona que investiga el caso, que no se detuvo el 8 de agosto de 2024 a Puigdemont, cuando se dirigía por la calle Trafalgar con su séquito, al acto convocado por Arc de Triomf, debido a un criterio de oportunidad y proporcionalidad, para evitar desórdenes públicos. Si no lo leo no lo creo. Ni que Puigdemont fuera Lamine Yamal, que regatea hasta a su sombra. Estoy seguro de que los mosos están más que preparados para que no le hagan un caño. Si se abrieron de piernas para que pasara ese balón, probablemente era para cumplir órdenes o para evitar represalias posteriores de sus jefes políticos. Todo presuntamente, aunque sea blanco y en botella. No me tomen por tonto que ustedes están preparados para eso y para más. Como cuando la final de la Vuelta ciclista en Madrid no se puedo celebrar por inactividad efectiva de las fuerzas de seguridad pertinentes.

Dia a día, de un lado o de otro, se afirman cosas que cuando las oyes sientes que te han tomado nuevamente por tonto. Se me ocurren varias afirmaciones para tomarnos por tontos: la singularidad catalana es para evitar injusticias económicas históricas, y no se quiebra la solidaridad de la caja única de Hacienda; la ley ‘si solo es sí’ fue un éxito; las pulseras no han fracasado. Lo más reciente es que chistorras y lechugas eran para comérselas y los soles para ponerse moreno. El cenit fue que la amnistía se concedió para reconciliar al pueblo español.

Menos mal que a veces hay buenas ideas para listos, como que la violencia vicaria machista sea un nuevo delito contra la integridad moral. Entre sus novedades están que los jueces escuchen a los menores, lo que me parece magnífico, solo que ya lo hacen. La prohibición de las publicaciones que causen daño moral, como los libros escritos por asesinos contando su crimen. Y el hecho de considerar como víctimas, además de a la mujer, a todas las personas allegadas a la misma. Solo falta redactar bien la ley para no tomarnos por tontos echando la culpa a los jueces si fracasa.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents