Opinión | Avatares on/off
La nueva moneda del marketing digital es la confianza

Marketing digital / L. O.
Durante años, el marketing digital se ha vendido como una carrera por captar la atención. Más clics, más ‘leads’, más conversiones. La creatividad se convirtió en el gran tótem de la industria: la idea más brillante, el vídeo más viral, el anuncio más ingenioso. Pero en ese proceso, muchas marcas olvidaron algo esencial: la confianza. Y en un entorno saturado de mensajes, algoritmos y promesas exageradas, la confianza se ha convertido en la nueva moneda del marketing digital. Sin ella, ninguna estrategia, por sofisticada que sea, puede sostenerse.
La base de cualquier relación es el respeto y la confianza. Y lo mismo ocurre con la relación entre los consumidores y las marcas. Además, la relación entre consumidores y marcas atraviesa un cambio de paradigma. Las audiencias ya no son pasivas. Se informan, comparan, opinan, y, sobre todo, desconfían, porque han perdido su inocencia. Por tanto, nos enfrentamos a un consumidor que está informado y resabiado. Sabe cuándo un anuncio promete más de lo que puede cumplir, cuándo una reseña es falsa o cuándo una marca cambia su discurso según sople el viento. En ese contexto, la transparencia se convierte no solo en una virtud moral, sino en una ventaja competitiva.
Construir confianza en marketing digital no es una acción aislada, sino una estrategia continua. Empieza en la forma de comunicar y se extiende a todos los puntos de contacto con el cliente: desde un anuncio hasta la atención posventa. Se gana cumpliendo lo que se promete, mostrando los datos reales y hablando con claridad incluso cuando los resultados no son los esperados.
Un ejemplo claro lo vemos en las marcas que, en lugar de esconder sus errores, los reconocen públicamente. En un entorno digital donde todo se ve, intentar aparentar perfección es contraproducente. El público valora más una disculpa sincera que una estrategia de ocultamiento. Admitir un fallo y explicarlo humaniza la marca, y la humanización genera empatía, que es el primer paso hacia la confianza.
El exceso de creatividad sin propósito ha llenado las redes de campañas que deslumbran, pero no perduran. Mensajes espectaculares que logran miles de visualizaciones y cero fidelización. La creatividad sigue siendo esencial, pero debe estar al servicio de la verdad, no del engaño.
La publicidad que conecta no es la que sorprende, sino la que resuena. Y eso solo ocurre cuando el mensaje parte de una convicción real. Cuando una marca comunica desde su propósito —por qué hace lo que hace—, el público lo percibe. La autenticidad se siente. No hace falta decir «somos transparentes» si se demuestra en cada acción.
La honestidad en el marketing digital implica también renunciar a ciertas tácticas de manipulación. No inflar resultados, no disfrazar precios, no crear urgencias falsas. Decir la verdad puede parecer una desventaja a corto plazo, pero a medio y largo plazo multiplica el retorno. El consumidor que confía en una marca no solo compra: la recomienda, la defiende y la elige frente a otras incluso cuando cuesta más.
Las métricas del éxito deben evolucionar. No basta con medir el CTR o el ROAS si no se mide la confianza que inspira la marca. Una campaña puede generar ventas inmediatas, pero si deja una sensación de engaño, erosiona el valor intangible más importante de todos: la reputación. Y la reputación digital es acumulativa: cada interacción cuenta, cada promesa incumplida pesa.
Ser transparente no significa contarlo todo, sino no ocultar lo relevante. Significa explicar cómo se usa el dinero del cliente en una campaña, qué resultados son posibles y cuáles no, por qué se elige una estrategia y no otra. Cuando una agencia o un anunciante hablan con esa claridad, el cliente siente que su inversión está en buenas manos.
En un sector donde abundan las promesas grandilocuentes —«multiplicamos tus ventas», «resultados garantizados»—, la voz que dice «esto no es magia, es trabajo» suena diferente. Y precisamente por eso, destaca. La transparencia no solo genera confianza, también diferencia.
La publicidad digital del futuro no se ganará con más creatividad, sino con más coherencia. Con marcas que se atrevan a decir la verdad, que no maquillen sus datos, que expliquen cómo trabajan y por qué. Esa coherencia, repetida en el tiempo, se traduce en confianza. Y la confianza, en fidelidad. Es un ciclo virtuoso que ninguna creatividad vacía puede reemplazar.
Porque en el fondo, la confianza es la única métrica que no se puede falsificar. No hay algoritmo que la simule, ni presupuesto que la compre. Solo se gana cuando las acciones y las palabras coinciden.
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