Opinión | +Mujeres
Ante la misoginia de brocha gorda, matices y colores

Mural de Molina de Segura / L. O.
En la plaza de España de Molina de Segura había desde 2018 un mural titulado Estrellas de la Conserva. Fue realizado por el Colectivo Cuatro dirigido por Miriam Garro (artista multidisciplinar, intérprete de Sorda, película que ha formado parte de la terna de la Academia de Cine para representar a España en los Oscar) con el respaldo del Gobierno municipal y la colaboración de empresas locales, entre ellas La Caixa, Lumitel o Domiberia. También participaron en su elaboración un grupo de mujeres. El mural miraba de frente al Ayuntamiento como símbolo del reconocimiento de la ciudad a las trabajadoras de la conserva.
El 8 de agosto de 2025, el mural fue borrado bajo una capa de pintura blanca. Según el actual gobierno municipal hubo que borrarlo porque estaba deteriorado, no se había hecho el mantenimiento adecuado, y culpaba de su mal estado al anterior gobierno. Una razón poco convincente pues ya hace dos años que la responsabilidad del cuidado de los espacios públicos es responsabilidad de la actual corporación municipal.
Molina de Segura fue conocida durante muchos años por su potente industria conservera. Recordemos el eslogan ‘Molina: cuna de la conserva vegetal’ que acompañaba sus exportaciones por medio mundo. Por eso llama la atención que la extrema derecha y la derecha que la acompaña, cuyo discurso ensalza constantemente las raíces patrias, el valor de lo autóctono y lo local, haya querido borrar la memoria de las trabajadoras de la conserva. ¿O lo que pretenden que se olvide son las condiciones de explotación que sufrieron estas mujeres en las fábricas?
En la actualidad más de la mitad de los ciudadanos y ciudadanas de Molina no han nacido en la ciudad. Muchas de estas personas vinieron a mediados del siglo pasado en busca de trabajo y de una vida mejor atraídos por la gran demanda de mano de obra que generaba la industria conservera. Como en muchos procesos migratorios, las mujeres fueron las primeras en llegar. Después se incorporaron los hombres, y finalmente se uniría toda la familia: familias que llevan afincadas en Molina dos y tres generaciones. Estas mujeres se unieron a las molinenses con las que trabajaron codo con codo en la industria conservera por lo que la mayoría de las familias de la ciudad tienen una abuela, una madre o una tía que trabajaron en la fábrica. De la fusión de estas familias nace la actual Molina, una ciudad inclusiva y solidaria.
Las condiciones de trabajo en la conserva eran muy duras y los horarios interminables, porque el producto era perecedero. El maltrato por parte de los encargados era lo normal. La mayoría de las horas de trabajo no se cotizaban. En consecuencia, gran parte de estas mujeres no han tenido derecho a una pensión de jubilación. Muchas no pudieron cobrar ‘el premio de nupcialidad’ (una ayuda única que se otorgaba a las trabajadoras al casarse) también por falta de cotizaciones. Cuando reclamaban en la fábrica les decían que debían haber avisado dos años antes. Estas mujeres compartían sus largas jornadas en la fábrica con sus tareas domésticas. Hasta hace unos años todavía se podía escuchar en boca de vendedores del mercado semanal hablar de la época en la que a las 7 de la mañana habían vendido todo su producto. Las mujeres hacían el mercado antes de ir al trabajo. Las fábricas marcaban el ritmo de vida en todo el pueblo.
Si la gran mayoría de las mujeres trabajadoras de la conserva fueron el soporte de la economía y una de las señas de identidad de la ciudad, ¿por qué ese desprecio a su vida y a su trabajo desde una institución que debe cuidar, mejorar la vida y respetar la memoria de sus ciudadanas? El mural fue borrado una madrugada de un viernes de agosto, del agosto murciano. A una hora que como dice una expresión popular no están puestas ni las calles.
¡Qué machotes! Este desprecio a las trabajadoras de la conserva, realizado a escondidas no parece una manifestación de la “hombría”, ese concepto del que hacen ostentación los varones de la extrema derecha. Ese desprecio sólo se explica por su odio a las mujeres y también a los hombres que no se identifican con su masculinidad tóxica. Criar a los hijos, cuidar y respetar a las mujeres, es cosa de blandengues. Pero la historia es memoria y narración documentada. No se puede conocer la historia de Molina sin reconocer el trabajo de las mujeres en la industria conservera como no se puede hablar de la Revolución Industrial sin reconocer el trabajo de las mujeres, hombres y niños que trabajaron en condiciones durísimas en las fábricas y en las minas de carbón.
La historia de las trabajadoras de la conserva de Molina de Segura no se borra con una capa de pintura. Eso es misoginia de brocha gorda, y para combatirla este pueblo cuenta con pinceles, matices y colores que volverán a darles el lugar que merecen en nuestra memoria y en nuestras calles.
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