Opinión | El que avisa no es traidor
Novo Carthago: aquellos disparates trajeron estos banquillos

Banquillo del juicio de Novo Carthago. / Juan Carlos Caval
El juicio de Novo Carthago retrotrae a una arbitraria época pasada auspiciada por las grandes victorias electorales del PP y potenciada por dirigentes del partido que pretendían convertir Murcia en la Miami del Mediterráneo. Qué casualidad que precisamente en el Estado de Florida, muy cerca de Miami Beach, hayan acabado ‘autoexiliados’ dos de los más notorios factótums de ‘aquello’: el aspirante a magnate Pedro García Meroño –creador del imperio con pies de barro Polaris World– y el primer presidente de la Comunidad condenado a tres años de cárcel, Pedro Antonio Sánchez (a) PAS –que espera a la orilla del río que da nombre a la capital de Florida, en el condominio Latitude On The River, a que el Supremo vea su recurso.
Ahora se juzga uno de esos delirios de grandeza que la era valcarciana pretendió plasmar con la colaboración de la extinta CAM y de la Kutxa guipuzcoana. En este asunto aparecen, más casualidad, algunos actores que figuraron en el precedente a Novo Carthago y en el que participó el ex alcalde socialista de Cartagena, José Antonio Alonso, con algunas ideas tan delirantes como las que originaron todas las barbaridades inmobiliarias y antiambientales emprendidas por el PP cuando López Miras vestía pantalón corto y tocaba la flauta dulce.
Dicho sea de paso, al menos el expresidente Valcárcel y otros encausados esperan a pie firme con residencia en Murcia a que se resuelvan los asuntos en los que están incursos. Lo que no quita, obviamente, para que sus abogados pongan todos los palos que pueden en las ruedas del carro de la Justicia, como hicieron en la apertura del juicio de Novo Carthago, la semana pasada.
Ese asunto precedente a Novo Carthago fue el del Saladar de Lo Poyo, motivo de la famosa Modificación 55 del PGMO de Cartagena, aprobada por el consistorio que presidía Alonso en 1994, gracias a las gestiones de los propietarios de la finca, los hermanos Armengol, asesorados por el prestigioso abogado urbanista cartagenero Andrés Ayala, para espanto de los ecologistas de ANSE y Ecologistas en Acción además de voces significativas en el ejecutivo socialista de María Antonia Martínez y de arquitectos urbanistas y juristas que trabajaban en la Consejería de Política Territorial, aunque el Consejo Asesor de Urbanismo lo dejó ‘visto para sentencia’ en contra del informe del funcionario ponente.
Cuando ganó el PP por primera vez en 1995, se lio todo. En premio al apoyo que la organización de Cartagena había dado a Valcárcel para desbancar a Juan Ramón Calero, Política Territorial quedó en manos de José Ramón Bustillo (q. e. p. d.) quien se ‘trajo’ a Murcia al exasesor de los Armengol, Andrés Ayala – «amigo de toda la vida» de Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde, como secretario autonómico del departamento y a Enrique Amat Tudurí, conocido arquitecto que dirigiría Urbanismo. Este ‘triunfó’ más tarde en el Ministerio de Defensa del jefe del clan, el devoto de la Piedad, mientras el abogado hacía carrera política en el Congreso.
Solo un año después de ganar el poder, la consejería de Bustillo, Ayala y Amat dio vía libre a la urbanización en los terrenos de Lo Poyo, con agostidad y alevosía, gracias a las complacientes firmas, entre otros, del subdirector general Ródenas Cañada y el abogado, entonces funcionario interino, Luis Romera –ambos en el banquillo por Novo Carthago junto a Antonio Cerdá, Joaquín Bascuñana y tres altos cargos–, cuyas firmas sirvieron para puentear las aseveraciones contrarias a la urbanización del entorno del Saladar de otros funcionarios destacados del mismo departamento.
Lo Poyo era tal disparate que, pocos años después, se desplazó el tema un poco más al suroeste constituyendo otra aberración más grande, Novo Carthago con el concurso de CAM y Kutxa, en el paraje también protegido de San Ginés de la Jara. Ese fue el principio. Después vino Polaris World y la ristra de resorts con campos de golf regados con agua que no se sabía de dónde salía. Eran tiempos en que Cerdá aseguraba que una lechuga era más ecológica que un pino y enseñaba junto al jefe del agit-prop valcarciano, Ruiz Vivo, bancales de limoneros abandonados que, según ellos, se morían por falta de agua trasvasada. Y CajaMurcia financiando. Tuvo que llegar Lehman Brothers y sus hipotecas subprime para que todo se fuera al garete y aquellas pretenciosas boutades trajeran estos banquillos.
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