Opinión | PASADO A LIMPIO
Los que dicen tonterías

Milei presenta su nuevo libro en plena campaña electoral en Buenos Aires / Juan Ignacio Roncoroni
La madre de Forrest Gump dice que tonto es el que hace tonterías. ¿Y si sólo las dice? Milei afirma que los inmigrantes son unos invasores. No deberíamos prestar oídos a semejante necedad, pero como los inmorales nos han igualado, que decía el tango, conviene poner distancia y marcar los límites de la estulticia humana, antes de ser contagiados por ella.
Semejante tontería sobre los inmigrantes se le ocurre a un descendiente de inmigrantes en un país de inmigrantes – en Argentina hay un 2% de población nativa –, como a su amigo norteamericano. De este lado del Atlántico hay quien, en el más florido de sus discursos, abraza la teoría del gran reemplazo, según la cual la civilización occidental estaría sucumbiendo ante la oleada migratoria. Estupidez que, traducida al lenguaje común, pretende que los inmigrantes vienen a vivir de nuestros impuestos y a quitarnos las subvenciones, en contra de todos los estudios, incluidos los del Banco de España, que dicen lo contrario.
Versión más edulcorada es la de Garamendi, presidente de la CEOE, para quien tenemos que volver a la cultura del esfuerzo y pone de ejemplo a Carlos Alcaraz para criticar la pretensión de reducir la jornada laboral a 37 horas y media semanales. Tal vez tendría Garamendi que hacer una regla de tres para calcular lo que gana a la hora Carlos Alcaraz y lo que gana por el mismo tiempo un trabajador, por ejemplo, en Murcia. Conozco quienes han practicado deporte de alta competición y han ‘ganado’ una condromalacia rotuliana de nivel IV; como su éxito económico no es el de Alcaraz, cuando retorcidos de dolor se acercan a Urgencias del Servicio Murciano de Salud, son menospreciados con un escueto «esto no es una urgencia», o ninguneados en la evaluación de incapacidades, porque pueden trabajar en una oficina.
Pero empecemos por el principio, porque tal vez deberíamos declarar la guerra a Argentina, dada la cantidad de argentinos afincados en España, especialmente en los últimos años, que abandonan el paraíso de la motosierra. O es Argentina quien debería declararnos la guerra, pues antes de que los ‘tanos’ poblaran el barrio de Palermo, donde nació Milei, los gauchos descendientes de españoles ya cantaban al compás de la vihuela, como dice el Martín Fierro.
Pero Garamendi debería ser hindú, pues admira la cultura del esfuerzo de aquellas gentes, que trabajan por poco más de 100 € al mes, casi como en Murcia. Los hindúes, según Garamendi, se desviven por trabajar 50 horas semanales o más, al contrario que los españoles, que prefieren vivir de las pagas sociales y no acuden a los centros de formación. Pero ¿no quedamos que eran los inmigrantes los que cobraban las pagas? Si fuese hindú, Garamendi podría ser de la casta de los brahmanes, como lo es en España, porque siendo rico de cuna, pertenece a la casta sacerdotal, perdón, empresarial, pues puede decir lo que quiera con total impunidad.
En el arte de decir lo primero que se le pasa por la cabeza, podría competir con Feijoo que, en un acto del Partido Popular Europeo dice que «Europa ha salido de la cárcel ideológica de la izquierda, que vendía que era bueno empobrecerse... que era buena la democracia más que la prosperidad...». Cuando La Vanguardia recogió sus palabras, el PP envió una nota aclaratoria: quería decir burocracia en lugar de democracia. La rectificación tiene aún menos sentido.
Vivimos en época del escaparatismo, pues hay tantas cámaras y grabadoras que se hace difícil para estos lumbreras estar tanto tiempo en el candelero, a la vista de todo el mundo. Tienen que hacer declaraciones a los medios, a los conmilitones, a las redes sociales. Es tanta la confesión, que no queda tiempo para la absolución, válgame el símil sacramental. Tal vez por eso, convendría ser más pausados y reflexivos y no perder la consciencia ni los principios – si los hubo – delante de un micrófono, sin el más mínimo rubor por desnudarse en público y poner al descubierto todas las carencias y las miserias.
Decía Don Quijote en su discurso sobre las armas y las letras, que «alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo referidas». La comparación la hacía con el soldado, aún más esforzado, pues se jugaba la vida en cada envite. «Es más fácil premiar a dos mil letrados que a treinta mil soldados», escribe Cervantes. Sustituyamos al letrado por el personaje público, que habrá tenido que esforzarse para ser presidente de la nación, de la patronal o del partido, pero nada comparado con el trabajador anónimo que ha de bregarse en la guerra del pan nuestro de cada día que, por cierto, cada vez está más caro.
Suscríbete para seguir leyendo
- No llega a 100 vecinos, pero este pueblo de Murcia es de los sitios con más encanto del sureste para visitar en otoño
- Murcia prepara dos sorpresas nunca vistas para los dos grandes días de encendido de luces de Navidad
- Más allá del debate: la oportunidad real de Las Torres de Cotillas para transformar los purines en energía limpia y desarrollo sostenible
- La cara de los nuevos barrios de Murcia: 'Parece Nueva York
- En directo: Real Murcia-Teruel
- Isabel Rodríguez: 'La Región de Murcia es la comunidad más incompetente para ejecutar los fondos de vivienda
- En directo: CE Europa-FC Cartagena
- El Real Murcia se frena ante el Teruel
