Opinión | TRIBUNA LIBRE
Pedro Juan Martín Castejón
Murcia bajo las estrellas: una ciudad nacida para convivir y prosperar
Aunque celebremos con fuegos artificiales y cabalgatas, lo que de verdad toca, es mirar atrás para entender cuáles son nuestros orígenes, qué tipo de ciudad hemos sido y qué ciudad queremos ser

Carta astral de Murcia / L.O.
Este año la ciudad de Murcia cumple 1.200 años. Son doce siglos de historia que no deberían pasar desapercibidos. Aunque celebremos con fuegos artificiales y cabalgatas, lo que de verdad toca, es mirar atrás para entender cuáles son nuestros orígenes, qué tipo de ciudad hemos sido y qué ciudad queremos ser.
¿Qué nos cuenta la historia de Murcia? Pues que desde el minuto uno —allá por el mes de junio del año 825— esta ciudad no nació como un bastión militar cerrado a cal y canto, sino como un lugar de orden, comercio y encuentros. ¿Casualidad? En absoluto si atendemos al saber de las estrellas del día de su fundación. Aquella mañana del 25 de junio (día 21 en el calendario juliano), a las 7:15, los astros estaban perfectamente alineados: Sol, Luna y Venus en Cáncer, Júpiter en lo más alto en conjunción al Medio Cielo, el Ascendente en Leo... Aunque hoy, la astrología eleccional, pueda parecernos una práctica cercana a la superstición, en su contexto histórico, este tipo de saberes gozaba de un elevado reconocimiento intelectual y simbólico. La fundación de una ciudad no era un acto meramente administrativo, sino un ritual cargado de significados, orientado a armonizar el orden humano con el orden cósmico. Por eso si miramos a la carta astral fundacional de Madinat Mursiya, podemos comprender que no fue una ciudad pensada para una sola fe, ni una sola lengua, ni tampoco para una única cultura. Fue, desde su origen, una apuesta valiente de convivencia. Musulmanes, cristianos y judíos, todos compartiendo calles, saberes, mercados y música. Por supuesto, no fue perfecto, hubo tensiones y enfrentamientos. Pero también hubo algo que hoy en día, cada vez nos cuesta más trabajo encontrar, y es un modelo real de convivencia.
Ahora bien, ¿de qué nos sirve recordar todo esto en 2025? Pues mucho. Porque mientras celebramos aniversarios y nos ponemos trajes de época, los discursos del miedo y del odio vuelven a levantar la voz. El ‘otro’ —el inmigrante, el diferente, el pobre, el que no piensa como tú— vuelve a ser señalado. ¿Y sabes qué? Eso no solo es injusto. Es torpe. Una ciudad que olvida su vocación de convivir se apaga, se empobrece. Y no hablo solo de valores, sino de futuro. Porque sin mezcla no hay creatividad, ni talento, ni vida.
Por eso es tan simbólico que el mismo día de su fundación, 1200 años después, la Fiesta de Moros y Cristianos haya sido reconocida como Fiesta de Interés Turístico Internacional. No es solo folclore. Es una metáfora viva. Un ritual que toma un conflicto y lo transforma en encuentro. Un “éramos enemigos, hoy celebramos juntos”. Es un mensaje poderoso, que atraviesa el tiempo y la historia. Cuando esta fiesta se celebra con respeto, con alegría compartida, con sentido de comunidad, se convierte en una respuesta directa —y muy poderosa— contra los extremismos. Es, en el fondo, una escenificación de la paz. Un arte de recordar sin dividir, de mirar atrás sin quedarse atrapado en el pasado.
Tal vez ahí esté la clave: necesitamos volver a ‘fundar’ nuestras ciudades. No con ladrillo y cemento, sino con valores. Preguntarnos en serio qué tipo de sociedad queremos construir. Porque quizá el secreto de Madinat Mursiya no estaba tanto en su ubicación estratégica, sino en algo mucho más humano: su capacidad para integrar lo distinto, para hacer sitio y saber convivir.
Ese es el legado que realmente merece celebrarse. Más allá de los desfiles y las placas conmemorativas, la verdadera celebración está en una escuela pública que enseñe la historia con orgullo integrador. En políticas que protejan la diversidad como riqueza. Y en una ciudadanía que vea al otro no como una amenaza, sino como una posibilidad y oportunidad de avanzar juntos.
Porque si algo deberíamos recordar en este 1200 aniversario, es que la ciudad de Murcia no nació al azar ni a la deriva. Fue fundada bajo las estrellas con una intención clara: ser una ciudad bella, justa y próspera. Un lugar donde la convivencia no fuera un accidente, sino un propósito. Por eso hoy, doce siglos después, Murcia no solo sigue en pie, sino que ocupa con fuerza el lugar que le corresponde: la séptima ciudad de España, por delante incluso de Córdoba, la ciudad madre que la vio nacer.
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