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Opinión | NOTICIAS DEL ANTROPOCENO

Las derechas y los derechos

La victoria ANO, el partido del multimillonario Babis en las recientes elecciones de su país, marca un nuevo episodio de la extensión del poder de la derecha radical populista en la Unión Europea. La derecha ha accedido a posiciones de poder improbables hasta hace poco tiempo como en Suecia, donde sostiene desde fuera a la coalición gobernante. Esta podría ser también la situación en España, donde el Partido Popular se ha comprometido a no integrar a Vox en el Gobierno, pero cuyos parlamentarios serán decisivos para gobernar llegado el momento. El premio gordo para la derecha populista sería ganar las próxima elecciones presidenciales en Francia, y todo apunta a que así será. Si sucede, el consenso moderado europeo alrededor de conservadores, liberales y socialdemócratas se verá alterado sustancialmente

Hasta ahora solo Polonia y Hungría han tenido Gobiernos claramente de derecha radical, pero la República Checa y Eslovaquia van camino también de aupar a Gobiernos de este carácter. Afortunadamente, la derecha radical europea hace tiempo que dejó de ser furibundamente anti-UE, principalmente con la conversión del partido de Le Pen cuando decidió que esa orientación les iba a impedir siempre ganar las elecciones presidenciales, algo que llegaron a acariciar de cerca. Incluso Víctor Orbán, el trumpista con veleidades autoritarias que gobierna Hungría, se cuida muy mucho de alentar la ruptura total con Bruselas, de cuyos fondos Hungría (y por los visto su entorno personal) se benefician en grado sumo. Pero a lo que no renuncia la derecha radical es a su agenda antiinmigración, antiabortista y en contra del matrimonio homosexual.

Llegados a este punto, habrá que diferenciar el consenso moderado de los derechos inalienables. A falta de una Constitución europea son las constituciones nacionales, son los Tratados Europeos y el Tribunal de Justicia de la UE los que marcarán lo tolerable o no de la agenda ultraderechista. Nos guste o no, ni el aborto, ni el matrimonio gay ni las puertas abiertas a la inmigración son derechos constitucionales en nuestro país ni en muchos otros de Europa. Y aunque nos repugne, el campo de juego es la ley y no podemos ser más papistas que el papa. Aunque nadie salvará a las derecha de enfrentarse a las convicciones de muchos moderados enfurecidos.

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