Opinión | La Feliz Gobernación
Vox está intratable
No se ve por ningún lado la existencia de un equipo que acerque papeles a López Miras, que le haga aportes al margen del consignario. Y así, con la propia intuición, es difícil encontrar la manera de identificar un fenómeno complejo como Vox

Dos manifestantes con las caretas de José Ángel Antelo (Vox) y Fernando López Miras (PP), a las puertas de la Asamblea Regional. / Iván J. Urquízar
Vox está intratable. Suben sus expectativas si el PP intenta ignorarlos; suben si los populares modelan sus políticas para arrebatárselas matizando su radicalidad; suben si los de López Miras les plantan cara. Suben y suben a costa del PP, haga este lo que haga para procurar contenerlos. Y lo inquietante es que no parecen tener techo. La balanza sociológica de las derechas se escora hacia más derecha en un proceso paulatino sin retroceso alguno, partido a partido. ¿Hasta dónde?
Los datos de la encuesta del Cemop (barómetro de verano) indican un avance sustantivo de Vox (cuatro diputados más de los que tiene, más su conversión en segunda fuerza política, por encima del PSOE), y un retroceso en paralelo del PP, alejado del friso de la mayoría absoluta, en el que está y que aspiraba a rebasar. Se trata de un fenómeno sólido para el que no bastan explicaciones de raíl. Y no es algo espontáneo, derivado exclusivamente de acontecimientos recientes, todo lo demagógicamente adornados que se quiera, pues cabe recordar que no hace tanto que ganó las elecciones generales en la Región de Murcia pintando el mapa de verde en una excepción nacional. Hay, pues, sustrato. El esperado efecto souflé no se ha producido, sino que se ralentizó respecto a aquel envite, pero ahora parecen evitarlo con un nuevo impulso.
El desconcierto
El PP exhibe su desconcierto ante este vaivén adverso. Como ocurre que la Región de Murcia es el piso piloto de la experiencia creciente de Vox, Génova la eligió como escenario para empaquetar su política sobre inmigración. Pretendían crear un cortafuegos al tomar en consideración el asunto, acotándolo frente a las proclamas sin matices de Vox, lo cual es una manera como otra de caer en la trampa, pues supone aceptar la iniciativa de los abascales, que han conseguido situar la inmigración en un puesto relevante del ránking de problemas que estiman los ciudadanos.
Al PP le pasa mucho esto: va siempre por detrás, obligado a definirse sobre cuestiones que les lanzan los otros, bien Vox o el PSOE. Inmigración, Gaza, genocidio o masacre, aborto... Mientras aclaran sus posiciones a demanda de sus adversarios, con el riesgo de que les estallen las costuras por esta o aquella autonomía en la que gobiernan (Ayuso suele expresar lo contrario que Moreno Bonilla; Mazón representa la inacción en cuanto a responsabilidades políticas que reclaman a los socialistas...), el personal no percibe que los populares lleven la iniciativa en los debates o consigan descolocar a Sánchez o a Abascal con una agenda propia.
Los dilemas
López Miras, como relaté aquí hace un par de domingos, intenta parar la avalancha instando a su Gobierno a una acción más concienzuda, es decir, visualizando la gestión, pero a Vox no le interesa la gestión. Lo de Vox es la propagación de ‘ideas fuertes’, es decir, ‘no ideas’, elaboraciones ideológicas de fuerte impacto que velan las actuaciones de la política convencional. Puedo aportar anécdotas significativas de conversaciones de terraza bastante frecuentes: a veces escucho argumentos propios de Vox, a los que replico: «Entonces, votarás a Vox», y recibo una rápida respuesta con tonillo de enfado: «¿Qué dices? Yo soy votante del PP». Curioso que haya tantos votantes del PP que piensen con esquemas de Vox. Es decir, gente que está a pique de dar el salto para encontrar su coherencia. Y cuando ese salto se da no hay vuelta atrás.
Puede entenderse que los dilemas del PP no sean fáciles de resolver. Porque la pregunta de si debe virar al centro para satisfacer a quienes ven al PSOE enclavado en una izquierda impropia de su tradición o hacerlo a la derecha para achicar el espacio que se ha tomado Vox parece irrelevante dado el actual panorama de extrema polarización, por no sugerir la imposibilidad de hacer las dos cosas a la vez. ¿El centro? Cabe sospechar que no hay oportunidad para él. Hace algunos años pareció estar representado por Ciudadanos, y somos testigos del gran tocomocho que protagonizó, hacia qué banda se escoró y qué camino han tomado después sus principales protagonistas, una vez despojados del disfraz. El electorado ha quedado vacunado para una larga temporada ante los alardes de impostura que puedan venir con esa etiqueta. El coqueteo del PP con el disidente de Vox Espinosa de los Monteros, que ahora va de falso árbitro de las derechas, invita a creer que es el otro camino el elegido, pero entre gesto y gesto, improvisados siempre, los de Feijóo muestras su falta de identidad propia, su incompetencia para el reprisse y sus aspavientos desde un lugar impreciso. Solo la UCO, con su cargamento de chistorras, ayuda a recolocar la atención sobre el sanchismo y hace activar la máquina atolondrada de un PP huérfano de otro discurso reconocible que el subrayado del enrocamiento socialista en la corrupción y la improductividad parlamentaria.
Causas profundas
Vox se lo lleva todo. Que su último estirón se justifique en los sucesos de Torre Pacheco cuando está más que demostrado que se activaron por un acontecimiento cuyos protagonistas iniciales eran ajenos al municipio y donde, apagados los fuegos artificiales que el propio Vox encendió, la convivencia vecinal ha continuado sin percances da para pensar. Las causas de este crecimiento de adhesiones hay que rebuscarlas mediante análisis de nuevo cuño, como exige una situación general y supranacional de penetración de la extrema derecha, empezando porque esto se produce ante el pasmo de las fuerzas políticas tradicionales, refugiadas, sobre todo las izquierdas, en discursos autocomplacientes, cercanos al autismo político.
Las causas profundas del fenómeno no están al alcance de los gestores políticos que, por el contrario, tienden a estimularlas. Los más de cien asesores de Moncloa conforman una masa gris que, mal que bien, ofrecen barniz a Sánchez para seguir en el poder sorteando adversidades, no solo las de la corrupción y las derivadas del saqueo de sus socios díscolos, sino también las relativas a sus resultados de gestión, en la que el crecimiento económico intenta tapar las miserias de la microeconomía. Sin embargo, en Génova, el equipo de voceros de Feijóo no pasa de elaborar otra consigna que la de exigir elecciones, aumentando el tono sobre las cuestiones underground como los prostíbulos del suegro, los negocietes de la consorte, la vidorra aprovechategui del hermanísimo o las operaciones subrepticias del fiscal general. La denuncia es correcta, pero falta dibujar una alternativa, un chorro de ilusión que rompa la resistencia. Lo peor es que el tiempo pasa también para la oposición, y no es muy ejemplar pedir la dimisión de la ministra de Igualdad por el fiasco de las pulseras para la localización de los maltratadores a la vez que sostener a la consejera andaluza de Salud por su gestión en el diagnóstico sobre el cáncer de mama. Sobre estas contradicciones se incuban las respuestas generalizadoras.
En este punto convendría preguntarse si el presidente murciano dispone de un gabinete interno o externo de análisis y producción de ideas o no dispone de otro carril que el torpemente allanado en Génova. Sabemos que López Miras dispone de una estructura competente de apoyo personal, pero esto es básicamente comunicación, es decir, propaganda. Una cosa es la comunicación y otra el análisis interno. No se ve por ningún lado la existencia de un equipo que le acerque papeles, que le haga aportes al margen del consignario. Y así, con la propia intuición, es difícil encontrar la manera de identificar un fenómeno complejo como Vox. Anótese: Vox es una pieza simple, pero responde a un fondo complejo: tendemos a observarlo desde convicciones ajenas, y se nos escapa su capacidad de inserción social, aunque sus mecanismos de penetración demagógica y populista no sean muy diferentes al del resto de fuerzas políticas.
Otro plano
Crece Vox porque sobre el magma de palabrería en la interacción de los partidos mayoritarios, ofrece un diagnóstico. Así surgió Podemos. Este empezó a decaer cuando, tras describir el estado de la situación, el análisis que le sirvió para alzarse, empezó a proponer soluciones y cuando, aupado al poder, perdió su credibilidad. Por esto Vox se marchó de los Gobiernos regionales, porque en ellos se habría consumido por la necesidad de ofrecer gestión práctica. Fuera de todo compromiso, abunda, digo, en el diagnóstico sobre el erial político existente, que es más reconocible cuanto más simple y en bruto se ofrece como respuesta al corporativismo partidista. Vox se sitúa en un plano distinto, de modo que las acciones para su contención que intenta el PP no le alcanzan. La política convencional ni les roza. Por el contrario, influyen en ella, consiguiendo desdibujar la identidad del PP, su auténtico caladero. Vox está intratable porque es invulnerable a su imitación.
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