Opinión | La Feliz Gobernación

Entre la espada y la pared

Entre la espada y la pared, sí. De Guatemala a Guatepeor. Salir de Málaga para meterse en Malagón. Ir de mal en peor. Virgencica, que me quede como estoy. El lector podrá añadir otros dichos populares de semejante cariz. A la misma hora en que el PSOE se hunde en el barro, Feijóo aparece en escena con zapatos viejos. La impresión es que no hay salida.

La democracia es alternancia, discúlpese la rima. A veces toca la izquierda y otras la derecha. Es lo natural, a pesar del fastidio de quienes quedan para el relevo. Pedro Sánchez está noqueado por méritos propios, y solo se sostiene por el apuntalamiento interesado de unos socios que lo prefieren así para acudir con más ahínco al panal de rica miel. Pero quienes a consecuencia de la bajona se aprestan a sustituirlo sacan del armario sus peores fantasmas. Que Feijóo aceptara inaugurar el congreso de los populares flanquedo por Aznar y Rajoy es indicativo de que el PP no tiene propósito de enmienda. Caerá Sánchez, habrá elecciones, ganará el PP, y el ciclo de la corrupción no cesará; tan solo se producirá el reemplazo de los protagonistas.

Aznar se permitió un discurso excremental: los socialistas han excarcelado etarras para hacerse hueco en las cárceles, dicho esto por el expresidente de los Gobiernos con más ministros con pase vip para la trena. Eme Punto Rajoy, por su parte, sabe mucho de tramas, de sobresueldos en cajas de puros, de obras en negro, de trituradoras de documentos y de ordenadores destrozados a martillazos. ¿Está Feijóo en sus cabales cuando, a la hora en que toca regeneración, resucita a predecesores de tan siniestra ejecutoria en el mismo capítulo por el que Sánchez agoniza? No es extraño que lo haga si él mismo lleva colgando a Carlos Mazón, precedente prematuro de un futuro incorregible. Todo, dicen, para proyectar imagen de unidad. ¿Unidad en qué?

El ensayo de Vox

La discreción de Feijóo respecto a Vox es otra señal inequívoca de lo que puede venir. Habrá que aceptar que, por lo que señalan las encuestas, Abascal sería su socio proferente, y esto, visto en frío, es de lógica elemental, del mismo modo que Sánchez ha prescindido del perfil de sus socios para atender solo a lo que sumaban sus votos. Pero en el caso de Vox hay un salto cualitativo que desmiente de antemano el propósito de centralidad, «ni derechas ni de izquierdas: transversalidad», anunciado esta semana por el líder del PP. El ensayo murciano en el debate de Presupuestos, también esta semana, es ilustrativo al respecto: Vox no pacta, sino impone. Lo tomas o lo dejas. Lo hace porque la clave de su crecimiento está en conservar intactas sus esencias ideológicas, muy alejadas de cualquier espíritu de convergencia.

En Vox llevan el programa máximo entre los dientes. En Murcia han arrasado con la política de acogida a menores inmigrantes sin otra alternativa que dejarlos a la intemperie, es decir, creando las condiciones objetivas para condenarlos, ya sí, a una potencial delincuencia como único recurso para sobrevivir y de este modo engrosar las estadísticas que convierten al conjunto del colectivo, a su criterio, en causa central de la inseguridad ciudadana.

De paso, han humillado a la consejera de Política Social, que intentaba corregir el cierre del centro de acogida de Santa Cruz con la búsqueda de otros espacios habitacionales, aunque para ello se han servido de la colaboración de la propia Conchita Ruiz, quien ha entonado el famoso «no volverá a ocurrir», que a estas alturas suena a parodia. El PP es así empujado a ejecutar la política de otro partido en una cesión de principios tan radical como la que reprochan a Sánchez respecto a sus socios en otras cuestiones.

Fraudulento y ventajista

Por tanto, cerrar el congreso del PP sin ofrecer la más mínima señal sobre las líneas rojas intrasvasables en un acuerdo inevitable con Vox tiene algo de fraudulento, pues deja a sus potenciales votantes en la incertidumbre. Y como sabemos de antemano que Sánchez no es el único capaz de hacer cualquier cosa por mantenerse en el poder, es legítimo pensar mal para acertar.

La otra pata de la estrategia de futuro se concentra en Junts, una carta incompatible con Vox, pero en el cálculo de los populares tal vez accesible si pudiera concertar con los independentistas prescindiendo de Abascal, para lo cual el PP habría de crecer muy por encima de lo que las encuestas más benignas prevén incluso en pleno estado de perplejidad de los socialistas, lo que da pistas sobre el escaso entusiasmo general en torno a Feijóo.

La posición de ambigüedad respecto a Puigdemont es una actitud ventajista, pues el ‘trabajo sucio’ ya lo ha hecho el PSOE y el próximo salto, el referéndum, parece constitucionalmente impracticable, con Conde Pumpido y sin él. Por tanto, a Junts tal vez le bastaría con que un PP en el poder, aupado por el prófugo, hiciera la vista gorda acerca de los avances conseguidos con Sánchez y no se produjera en ellos ningún retroceso como promovería Vox en caso de sumar con Feijóo. Canela fina, pero en todo caso una inflexión radical en lo pronunciado hasta ahora, pues la política de Junts no va a cambiar del rumbo prioritario y exclusivo hacia la independencia.

Aprendiendo de Sánchez

El PP, como vemos, se pone posibilista incluso antes de constatar el alcance de la verdadera resistencia de Sánchez para escapar esta vez de su laberinto con el sostén de sus apoyos parlamentarios. Por las señales congresuales diríamos que Feijóo va aprendiendo del líder socialista del que, sin embargo, tan distante quiere aparecer. Éste, por su parte, pretende resolver el terremoto de la corrupción sustituyendo al clero en la condena del pecado de procurar contacto con pelindinguis, aunque no ha precisado si la medida de excomunión tendrá carácter retroactivo, en cuyo caso podría disminuir una cierta parte del censo de altos cargos.

Entre la espada y la pared, sí. Unos, sin admitir responsabilidades políticas reales de la trascendencia que exige la situación; los otros, esperando su turno para repetir las hazañas de los predecesores, pues los presentan como modelo. Vendría aquí a cuento el chiste de Eugenio: «Pero ¿hay alguien más?».

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents