Opinión | La Feliz Gobernación

Yolanda resucita a Ozores

Yolanda Díaz y Antonio Ozores

Yolanda Díaz y Antonio Ozores / L.O.

Yolanda Díaz se parece cada vez más a Antonio Ozores. Y saben: aquel actor de extraordinaria facundia que, sin embargo, no decía algo que resultara comprensible. Y todo expresado con acompañamiento de efectista gestualidad, pertrecho de convicción e inapelable seguridad. El público reaccionaba con risas ante aquellos discursos, pues los identificaba fácilmente con un recurso cómico. Ozores era un actor cómico, y hacía su trabajo.

Yolanda, sin embargo, no es actriz cómica, sino vicepresidenta del Gobierno. Por eso contenemos las risas. Sabemos de antemano que su intención no es la comicidad. Pero interpreta su papel como si lo hubiera aprendido de la escuela de Ozores: habla y no dice nada, se desvía y quiere volver, pero ya no se acuerda de por donde iba, mete morcillas para simular que prosigue el relato, se pone solemne para compensar la nadería, añade unas gotas de yoísmo, da un par de vueltas por los cerros de Úbeda y como no sabe ni lo que está diciendo, concluye con «en este país». Cuando Yolanda dice «en este país» podemos descansar de su retahíla.

Yolanda se distingue del común de los políticos que ofrecen respuestas evasivas en que éstos suelen contestar a las repreguntas de los periodistas con las mismas frases de la primera ocasión, en plan diálogo circular. Pero lo de Yolanda es otra cosa: contesta a las preguntas y a las repreguntas con gran despliegue y variedad verbal, pero sin conexión sintáctica o conceptual, ni asomo sobre el asunto en cuestión, y por si alguien lograra entender algo dice una cosa y su contraria en el mismo párrafo para desquiciar a la maldita hemeroteca.

Ella representa, si traducimos bien su suajili, la parte decente de un Gobierno corrupto al que, sin embargo, no está dispuesta a dejar caer. Y está muy indignada por el caso Cerdán, pero porque el PP quiere aprovecharse del caso Cerdán. En este país.

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