Opinión | La balanza inmóvil
Día de la Independencia
Tanto EEUU como España necesitan instaurar en un futuro, espero que no muy lejano, un nuevo día para celebrar la independencia de sus presidentes

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Rocío Ruz - Europa Press
Hoy celebra el pueblo norteamericano su independencia del imperio británico allá por el año 1776. Lo que no se sabe es cuándo ese mismo pueblo va a poder independizarse de su presidente actual. Lo malo es que Europa y el resto del mundo también necesitamos independizarnos de sus extravagancias y de sus decisiones inéditas, cuyo único fin es demostrar que es el más poderoso, con gorra y baile. Y si alguien le lleva la contraria, advierte que tomará represalias. Y eso es lo que ha pasado con nuestro acorralado por la corrupción presidente, que ha cambiado tanto de versiones -para contentar a Trump y a Yolanda, a la misma vez, como si eso fuera posible- que al final no se sabe si España va a contribuir a la OTAN con un 2.1 % de su PIB o con un 5%. Veamos el desarrollo de los acontecimientos. Una afable tarde dominguera, el inefable presidente español se atreve a interrumpir la paz familiar para anunciar, en soledad absoluta, no que dimite, ni tampoco que va a convocar elecciones anticipadas, sino que ha convencido a la OTAN para que España sea el único país miembro que pagará menos que el resto de los otros en gastos militares. Hasta ahí ya me pareció, además de ser un atrevimiento inoportuno esa intromisión en los hogares españoles en pleno relax, un farol. Pero, si después resulta que no es verdad lo que dijo, está en su línea. Y es que, al poco tiempo de esa aparición estelar en solitario, desde la OTAN confirman que España pagará el 5 % como todos los demás estados miembros. Y nuevamente el presidente español insiste en que será mucho menos. Trump le amenaza con que nos costará el doble por el comercio exterior y sus tarifas. Finalmente, Sánchez suscribe el 5% como todos, pero sigue manteniendo que será el 2.1 %. Eso sí, se cuidó muy mucho de no verse con Trump (casualmente, afirmó) y se mantuvo solo y aislado (y por qué no irme a mi silla, contestó a preguntas de una periodista). Mientras tanto, el resto de los mandatarios ya se habían dado cuenta de que Sánchez dice y hace cosas diferentes.
De ahí que tanto EE. UU. como España necesitan instaurar en un futuro, espero que no muy lejano, un nuevo día para celebrar la independencia de sus respectivos presidentes. Reconozco que no son equiparables ambas independencias. Pues mientras nosotros solo tenemos que soportar la mala elección de sus colaboradores directos, los cambios de opinión sonoros, y las concesiones a partidos independentistas y antiespañoles con tal de gobernar (o de estar en La Moncloa, como diría Felipe González), los americanos del norte tienen que aguantar a un presidente que insta a sus partidarios a asaltar el Capitolio, que es condenado por múltiples delitos y después se autoamnistía (aquí no fue auto pero casi, porque fue indirectamente para obtener votos), se asocia con alguien aún más estrafalario que él, Musk, para después pelearse y hacer nuevamente las paces. Pegarse faroles de que acaba con la guerra de Ucrania en 24 horas y aún sigue ahí la contienda. Poner aranceles a troche y moche para después quitarlos si le lamen el…, según sus palabras, haciendo que la bolsa suba y baje cual montaña rusa. Quién sabe si eso le genera ganancias personales, como el 5% de la OTAN, que no me atrevo a decir que sea así pero muy raro es que tenga tanto interés en que se aumenten los gastos militares, cuando a él Europa le importa un pimiento.
En fin, que no está todo dicho en cuestión de independencia. Unos someten a los demás a base de amenazas y decisiones que hacen temblar hasta a sus propios colaboradores, y a su propio país. Otros, son sus colaboradores los que le hacen temblar a él, y también al país que ve cómo la corrupción no acaba de desaparecer de la clase política cuando están en lo más alto. Son pocos, pero cuánto daño ha hecho con anterioridad y están haciendo en la actualidad. Una vez más el dinero es la perdición del mundo. Maldito parné, que diría Carmen Morell. Lo peor es que este parné lo pagamos todos, gracias a los que se gastan el dinero en concesiones, mordidas, viajes, apartamentos y puestos de trabajo públicos para sus ligues. Y encima es la UCO la mala y los jueces los conspiradores.
Qué urgente es instaurar un nuevo día, para que el pueblo decida su independencia de los malos gobernantes.
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