Opinión | Pasado a limpio

Hablando de muertos

Koldo García a su llegada al Tribunal Supremo.

Koldo García a su llegada al Tribunal Supremo.

Hace más de cincuenta años, Pepe el Chato, acodado sobre el mostrador de madera, pasaba las páginas de derecha a izquierda.

- Chato, ¿por qué empiezas el periódico por el final? -preguntó un parroquiano.

- Porque empiezo por los muertos, dijo Pepe lacónico.

Apuró el tinto y dejó el vaso junto al cantinero, antes de levantar la vista al parroquiano.

-Mientras yo los leo, ellos no me leen a mí, sentenció.

El droguero de Santa Eulalia no tenía estudios. Leía despacio, como mascullando las palabras, pero no se necesita ser Séneca redivivo para tener sentido común y comprender lo ineluctable de la vida.

La refriega política apenas deja tiempo para la reflexión y los más prudentes apenas pueden evitar una toma de posición, acuciados por tantos frentes. Hay tantos voceros que ofenden la inteligencia, como francotiradores en los crudos años de la guerra de Bosnia-Herzegovina, cuando cruzar una calle de Sarajevo era un ejercicio suicida. La vida se vendía a precio de saldo, pero tampoco hoy parece que valga mucho más que entonces.

Netanyahu presenta su propia solución final con una farsa de ayuda humanitaria. El diario israelí Haaretz denuncia que hay órdenes de disparar indiscriminadamente contra los hambrientos gazatíes desarmados que acuden a las colas. Las fuentes son del propio ejército israelí. La vida no vale nada. Otro tanto le ocurre a Putin, émulo de los zares al más puro estilo de Iván el Terrible, a quien la vida de los ucranianos le importa tanto como la de sus opositores.

Como la vida, las ideas también han sido fatalmente devaluadas. El megalómano Trump quiere poner el mundo bajo sus pies, o mejor, bajo otra parte de su cuerpo nada glamurosa. Mientras desmantela los valores democráticos, la diplomacia, la salud y la solidaridad internacional, que ofrece como trofeos de su impostura, presenta los productos de su propia firma en el mismo escaparate. A la criptomoneda para estafar incautos, añadió el lanzamiento de un teléfono móvil. No contento con hacer de su presidencia un mercadeo y antes de anunciar su resort en Gaza, su último lanzamiento es un perfume. ¡Válgame el cielo, qué tufo puede salir de semejante frasco!

Salvando las distancias, el panorama nacional no es menos vistoso. El caso Koldo-Ábalos-Cerdán ha dejado noqueado al partido en el gobierno. Que afecte a dos secretarios de organización del PSOE y tan cercanos al presidente, toca la línea de flotación del partido y, por extensión, del Gobierno, aunque no formaran parte del Consejo de Ministros. No es suficiente con apartarlos del partido y mencionar otros casos de corrupción de la oposición. Si a César le bastó con el divorcio de Pompeya, para Pedro Sánchez no es suficiente.

«Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz», rogaba Jesús en Getsemaní para evitar el extremo sufrimiento que debía afrontar. César Vallejo lo parafraseaba en 1937 en el poema «España, aparta de mí este cáliz», en el contexto de la guerra civil española:

«Si no veis a nadie, si os asustan

los lápices sin punta, si la madre

España cae –digo, es un decir–

salid, niños del mundo; id a buscarla!...».

La confrontación política no ha llegado al extremo en que se escribió el poemario, pero la convivencia se hace difícil cuando el odio arraiga. Y el desencanto de la democracia, como el sueño de la razón, genera monstruos, que en política se llaman totalitarismo. Sin embargo, no basta con hablar de la amenaza, porque el auge del fascismo cuando hay graves deficiencias en el sistema social y político, no es potencial como la energía de los cuerpos estáticos, sino cinético, como la de los cuerpos en movimiento. La cadena es larga, porque arranca de las crisis en que se primó la salvaguarda del capital en detrimento del trabajo. Europa aún no ha aprendido que su envidiable nivel de vida es debido a la potencia de consumo de su clase media. La creciente desigualdad es la pólvora y las diversas y variopintas corrupciones políticas son la espoleta.

César Vallejo apelaba a los niños, una metáfora de la reconstrucción en un futuro libre de prejuicios, pero no es ese el que nos espera, porque las nuevas generaciones van a una escuela muy distinta. La tentación es una ventana al mundo que cabe entre sus manos y que tiene más poder que todas las escuelas y cientos de maestros juntos.

Para atajar algunos males no basta la palabra que lucía en el verso de Blas de Otero. Seguiremos leyendo las esquelas de los nuevos cadáveres políticos, pero, antes de pasar la página, el futuro está aquí. Es tiempo de acción.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents