Opinión | Tribuna libre

Otro San Fermín

Los cinco miembros de La Manada, condenados por agresión sexual.

Los cinco miembros de La Manada, condenados por agresión sexual. / SUCESOS

Se cumplirán nueve años desde el caso de La Manada, ocurrido el 7 de julio de 2016 durante los sanfermines, y la herida sigue abierta. No solo por el crimen del grupo de cinco hombres (José Ángel, Alfonso Jesús, Antonio Manuel, Jesús y Ángel), cometido a una joven de 18 años, sino porque la respuesta institucional inicial la calificó de abuso sexual, y no violación, hecho que desató gran indignación en el sistema judicial y la sociedad. Solo después de una presión social, el Tribunal Supremo rectificó en 2019 y reconoció una violación. Hoy, uno de los condenados podría salir próximamente con algún permiso penitenciario, y yo me pregunto: ¿hemos aprendido algo?

Los datos del informe Juventud (2024) son alarmantes. Uno de cada cinco chicos jóvenes (23%) cree que la violencia de género es una falacia ideológica. Entre las chicas, ese porcentaje también comparte esa creencia, con un 13,2%. Se evidencia una tendencia desde 2019: que el ‘negacionismo’ se ha duplicado entre los chicos y ha aumentado notablemente entre las chicas.

Estos datos deberían encender las alarmas. No se trata de ideología, se trata de hechos: en la última semana, seis mujeres y un niño han sido asesinados por violencia machista en España. Cada día, el 016 recibe cientos de llamadas. Y cada vez que se lanza una campaña de sensibilización, las denuncias aumentan. ¿Qué significa esto? Que las campañas funcionan. Que, cuando se informa, se visibiliza, se educa y se empodera, y las mujeres encuentran el valor para romper el silencio.

Frente a esta realidad, no podemos permitirnos retroceder. No podemos dar por sentado que las nuevas generaciones comprenden la gravedad del problema.

Tenemos que insistir en la intervención, en las escuelas, en los medios, en las redes, en cada espacio de socialización. Porque si normalizamos el discurso negacionista, si permitimos que se diluya el consenso social contra la violencia machista, estaremos condenando a muchas más mujeres a la violencia y al silencio.

La lucha por la integridad física y moral de las mujeres no es una moda ni una ideología: es una cuestión de derechos humanos. Y nos debe de tocar la fibra, también como sociedad civil. Denunciar, acompañar, no mirar hacia otro lado cuando sabemos que una vecina, una amiga, una compañera o una desconocida puede estar en riesgo es una responsabilidad colectiva. No es cuestión solo de leyes ni de sentencias, sino de una cultura de tolerancia cero hacia la violencia y de apoyo incondicional a las víctimas.

Nueve años después de La Manada, no podemos bajar la guardia. El retroceso en conciencia y compromiso entre la juventud es una llamada de atención que no puede ignorarse. Porque solo si insistimos en lo obvio (que no se mata por amor, que el consentimiento no es negociable, que el machismo mata) podremos aspirar, algún día, a erradicar esta lacra.

Y, para eso, más que recordar el pasado, se necesita actuar en el presente.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents