Opinión | Salud y rock 'n' roll

@la_unzu

El síndrome del corazón roto

El dolor del corazón nos puede paralizar y robar la vida entera

Freepik

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Dicen que este fin de semana estamos ante la primera ola de calor y, sin embargo, siento que llevamos en ella más de un mes. El mundo hace tiempo que se volvió loco; estamos gobernados por incapaces con egos que no caben en la misma habitación que nosotros, y mientras la vida sigue. Los días pasan, el tiempo corre demasiado deprisa y, mientras tratamos de seguir, hay personas para las que el mundo se ha parado; se han rendido.

El amor ejerce sobre nosotros el más bonito de los poderes, pero también puede destruirlo todo a su paso. La pérdida de un ser amado, el desamor, ese sentimiento que en algún momento hemos experimentado pensando que la vida no tenía sentido sin esa persona que durante un tiempo lo fue todo. Esta semana le he preguntado a Google sobre ello, y esto captó mi atención: el síndrome del corazón roto. Es una afección cardíaca que a menudo se debe a situaciones estresantes y emociones extremas; este síndrome no sólo existe en medicina. La tristeza y el dolor emocional pueden tener un gran impacto sobre nuestro cuerpo. Dolor de pecho, falta de aire, debilidad, sudor frío, ritmo cardíaco irregular... El dolor del corazón nos puede paralizar y robar la vida entera.

La mitología de la Edad Media nos lo representó muy bien gracias a la leyenda de Tristán e Isolda, aunque sería Richard Wagner quien convertiría en ópera este drama que ha llegado hasta nuestros días como una obra maestra de la música. Pero sin duda los reyes del drama por amor los conocimos de la mano de William Shakespeare. Romeo y Julieta nos demostraron que eran incapaces de vivir el uno sin el otro y, por culpa de una serie de catastróficas desdichas, «¡Mirad qué castigo os envía el Cielo por vuestro odio, que el sol no ve jamás una historia más triste que la de Julieta y su Romeo!».

La literatura nos ha dado dramáticas historias de amor, pero ha sido la música la que nos ha dejado historias apasionadas con finales terribles. Del Club de los 27 pienso en Kurt Cobain y Courtney Love. Tras el suicidio del genio del grunge, ella ha mantenido su recuerdo, a pesar de las teorías sobre la terrible muerte del cantante de Nirvana. Otro del Club de los 27 fue mi favorito, Jim Morrison; apareció muerto en la bañera de su casa en París, lo encontró su amor cósmico, Pam Courson, su musa. La que para muchos es la Yoko Ono de The Doors, un amor apasionado marcado por las drogas, los celos, las infidelidades. Y que tras la trágica muerte de Morrison, ella moriría por una sobredosis tres años después. Sin tantos excesos, Johnny Cash y June Carter son una de esas parejas que no podían vivir el uno sin el otro. «Ella era la razón de su existencia», así hablaba Johnny de ella. «El espíritu de June Carter me eclipsa esta noche con el amor que sentía por mí y el que sentía yo por ella. “Conectamos en algún lugar entre aquí y el cielo». Estas fueron sus palabras sobre June en la última intervención en público de Johnny Cash. Fallecieron con tres meses de diferencia.

Les cuento todo esto porque mi padre y mi madre no fueron Tristán e Isolda, ni Romeo y Julieta o Jim Morrison y Pam, fueron Katia y José María. Ahora miro a mi padre y es la viva imagen de la tristeza; se ha roto la conversación desde la que interpretaba el mundo junto a ella. Toda una vida con la misma persona, ese tipo de amor que nuestras generaciones no han conocido, compartir la vida más de 50 años junto a tu persona, y, de repente, todo es silencio. El amor y la pérdida pueden afectar profundamente a las personas; el duelo es un proceso que puede durar mucho tiempo, y se muestra a través de la tristeza, la ira, la confusión o la aceptación. Alrededor de papá la vida sigue, pero en casa el reloj se ha parado, el tiempo va más lento, silencioso. Hace unos días nos sentamos en la cocina y se quedó pensativo. Le pregunté en qué pensaba, me contestó «En todo». Le pregunté, «¿qué es todo?». Su respuesta fue: «En mamá». 

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